LA AMISTAD SE DA, OTRA COSA ES QUE SE ACEPTE
Por Padre Pedrojosé Ynaraja
Escribiendo sobre la envidia, carcoma de las relaciones personales, señalaba que la
virtud opuesta es la amistad, que si es una virtud, surge de una imperiosa
necesidad que tiene el hombre de tratar de comunicarse, pese a no conseguir
nunca el intercambio total de sí mismo con otro. Siente una tendencia interior a no
ser una isla separada. Si al poco de nacer ya se establecen unos vínculos de amor
con sus padres, cuando sale de este entorno familiar, busca lazos que le unan con
su entorno. Y oye uno al parvulito, que ya habla de sus amigos. Son puros ensayos.
Llegado a la madurez, entre nosotros y ahora, es frecuente constatar que se huye
de la amistad, quedándose exclusivamente con el simple compañerismo. Lo que él
o ella llaman sus amigos, acostumbran a ser únicamente una pandilla, que van
unidos para no sentir el pánico de su soledad interior. Les horroriza a algunos la
epidemia de divorcios matrimoniales, una de las causas, lo he dicho muchas veces,
es que no ha existido anteriormente autentica amistad.
Si me interesa el tema, es porque Jesús, que renunció al matrimonio, declaró que
los apóstoles eran amigos suyos, no ayudantes. Ser amigo, pues, es una manera de
imitar al Señor. Obsérvese que la iniciativa parte de Él. Digo esto, porque hace más
de 40 años, en aquellos improvisados y habituales encuentros de los sábados por la
noche, comunidad fluctuante los llamaba, afirmaba yo un día, que tenía dos amigos
y una chica, que no debía de tener más de 16 años, me interpeló: la amistad no se
tiene, no es una posesión, la amistad se da. ¡cuánta razón tenía!. Aprendí la
lección. He gozado y he sufrido aplicando este criterio. Una amistad, masculina o
femenina, siempre enriquece. Pero consecuentemente compromete y muchos
quieren sentirse libres, pese a hundirse en la soledad. También en este ámbito
existe el divorcio, que siempre duele. O la separación temporal, que al cabo de los
años se puede reiniciar, aunque viviéndola de otra manera. Es esta una
característica que la diferencia del amor y compromiso matrimonial.
La amistad debe pues, ser una dadiva altruista. Ofrecida sin segundas intenciones,
pero que uno espera ser correspondido. Como es un don, es vehículo de la riqueza
personal de cada uno. Así que si se tiene Fe, por este camino se la trasmite, o se la
puede trasmitir, depende de si el otro la acepta. Pero de todos modos, llega un
momento, que tal vez no se viva la Fe en Dios, pero que se crea en aquel dios, que
lo es del amigo.
En muchas circunstancias, me he encontrado con alguien que sufre y he tratado de
acompañarle y consolarle. Al despedirme, he añadido a la fórmula habitual del
adiós: aunque no seas creyente, te aseguro que rezaré por ti, para que Dios te de
fortaleza a ti y a los que por ellos sufres, sea por enfermedad, fracaso laboral o
cárcel. Normalmente, se me agradece sin ningún comentario, en otras ocasiones,
me han añadido: ya sabes que no soy creyente, de todos modos, te lo agradezco.
La amistad es entre iguales o hace iguales, dice santo Tomás de Aquino. Pero no
convierte a las personas en seres idénticos. Digo esto, porque algunos quieren ser
amigos, a veces insisten empalagosamente en serlo, para lograr que el otro se
convierta en un igual. Pretenden con ello que te incorpores a su grupo, asociación o
cofradía, que seas de los suyos y adquieras sus costumbres. Obrar así es manipular
y traicionar la amistad. Para que exista es imprescindible respetar su libertad.
¡Cuántas cosas se enseñan e inculcan en nuestras escuelas, en los grupos de recreo
y en los dedicados a las actividades de aire libre! ¿Dónde se enseña amistad?.
Aunque sea una tendencia innata, es necesario educarla si se quiere vivirla
adecuadamente. También es instinto alimentarse y se enseña en la familia y en
otros ámbitos a hacerlo correctamente. Porque muchas veces, al que llama amigo,
es puramente un compañero, un cómplice o un simple colega. Dos caminantes por
el desierto que cansados se sientan en la arena, apoyándose sus espaldas
mutuamente, el uno en la del otro, no lo hacen por generosidad. Es simple
simbiosis espiritual. (Recuérdese los líquenes: asociación de un alga y un hongo,
sin que resulte otra cosa que un ser más o menos parásito en la corteza de un
árbol, es un símil, no ignoro la utilidad de algunos de estos especímenes)