Ese comentario crítico que fue conocido...
P. Fernando Pascual
2-6-2012
Sólo queríamos bromear un poco. Hablamos de una persona y nos reímos de algunas de sus
“particularidades”. Luego, al mirar hacia atrás, descubrimos que esa persona estaba allí, escuchando
en silencio...
Tal vez nos ha ocurrido algo parecido. Al hablar, al enviar un correo electrónico o al poner un
comentario en una red social, algo hace posible que nuestro comentario sobre una tercera persona
sea conocido por ella. ¿Qué sentimos, entonces?
Desde luego, si hablábamos bien, no hay mayor problema. Pero si el comentario incluía algo de
burla, o señalaba un defecto, o criticaba algún hecho del pasado o del presente, es lógico que
sintamos algo de pena, sobre todo si el interesado es alguien con quien tratamos con frecuencia.
Alguno dirá que resulta difícil no sacar a luz los defectos de los demás. Puede que tenga razón:
¿quién no tiene zonas oscuras en su vida? Como los defectos entran a formar parte de la vida de
todos, es normal que tarde o temprano hablemos de ellos. ¿Es que sólo se pueden comentar las
cosas buenas de la gente?
Sin embargo, produce cierta pena encontrarse con el hecho de que nuestro comentario crítico ha
llegado al interesado. En parte, porque seguramente le afectará: no es nada agradable descubrir que
quien parecía un buen amigo anda diciendo lo que dice de uno mismo. En parte también, porque
duele ver cómo los propios defectos (reales o imaginarios) giran por ahí y pasan de boca en boca o
de página en página en el confuso mundo de Internet.
Pero ya ocurrió lo que ocurrió. Llega la hora de poner remedio. Si hay un sentido de sana amistad,
pediremos perdón al interesado. Luego, manos a la obra para que la petición de disculpas se
convierta en un buen propósito de enmienda: vale la pena pensar dos veces lo que vamos a decir
sobre otros, incluso si suponemos (lo cual nunca es seguro) que no se enterará.
De este modo, trabajaremos sinceramente para no faltar con nuestra lengua a la justicia y para no
incurrir en difamaciones o en maledicencias dañinas. Lo cual nos llevará no sólo a evitar
comentarios que pueden herir a nuestros semejantes, sino a pensar en temas más constructivos y
urgentes, desde los cuales promovamos un sano respeto hacia los otros y unas conversaciones más
equilibradas y maduras.