Un milagro eucarístico
Saber estar con Jesús
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
La fiesta del Corpus Christi fue instituida por el Papa Urbano
IV. Uno de las causas que le motiv fue el llamado “Milagro de
Bolsena”.
En el año 1263, un sacerdote de Bohemia estaba de paso por
la ciudad de Bolsena, en la actual Italia. Cuando celebró la Santa
Misa en la iglesia de Santa Cristina dudó sobre la presencia real de
Cristo en la Eucaristía. Dudaba que sus palabras en la consagración
obraran el milagro de la transubstanciación, es decir, la admirable
conversión de la sustancia del pan en el Cuerpo del Señor y de la
sustancia del vino en su Sangre, como cree y enseña la Iglesia. En
ese preciso momento vio, atónito, cómo los corporales sobre los que
se celebraba la Eucaristía se empapaban de la sangre de Cristo. El
corporal es un lienzo de lino blanco sobre el que se coloca el cáliz y
la patena que contienen la Sangre y el Cuerpo de Cristo
respectivamente. Todos los presentes también presenciaron el
milagro y estaban estupefactos.
Al terminar la ceremonia decidieron llevarle los corporales al
Papa Urbano IV que se encontraba en Orvieto. Desde entonces, en
este lugar, se pueden observar los corporales manchados de sangre.
El famoso artista Rafael Sanzio pintó en el Vaticano un fresco
dedicado a este milagro, conocido como “La Misa de Bolsena”.
2) Para pensar
El pasado jueves, el santo padre Benedicto XVI celebró la
Santa Misa con motivo de la Solemnidad del santísimo Cuerpo y
Sangre de Cristo. Después presidió la procesión eucarística que
recorrió varias calles de Roma.
En la homilía se refirió a la importancia que tiene en nuestras
vidas adorar al Santísimo, a nuestro Señor Jesucristo. Al
arrodillarnos, todos nos ponemos al mismo nivel: “Estar en un
silencio prolongado ante el Señor presente en su Sacramento, es
una de las experiencias más auténticas de nuestro ser Iglesia, que
se acompaña en modo complementario con la celebración de la
Eucaristía, escuchando la Palabra de Dios, y acercándose juntos a la
mesa del Pan de vida. Comunión y contemplación no se pueden
separar, van juntos”, concluyó.
El Papa señalaba que para comunicarse verdaderamente con
otra persona hay que conocerla, saber estar en silencio cerca de
ella, escucharla, mirarla con amor. El verdadero amor y la verdadera
amistad viven siempre de esta reciprocidad de miradas, de silencios
intensos, elocuentes, plenos de respeto y veneración, de manera
que el encuentro se viva profundamente, de modo personal y no
superficial. De manera similar nuestra adoración al Señor nos lleva a
contemplarle en silencio y mirarle con amor.
Nuestra comunión sacramental ha de estar preparada por el
coloquio de la oración, por nuestra contemplación en la adoración.
De ese modo será más fructífera.
Pensemos si dedicamos unos momentos de nuestro día para
estar, escuchar y mirar a nuestro Señor.
3) Para vivir
Nuestra vida transcurre en relación con los demás,
especialmente con quienes amamos. Por ello es natural que nos
comuniquemos con ellos. Si amamos al Señor, lo más natural
también será que nos comuniquemos frecuentemente con Él.
Tal vez nos podemos pensar que no sabemos cómo orar. San
Josemaría nos aconseja: «¿Que no sabes orar? Ponte en la
presencia de Dios, y en cuanto comiences a decir: “Seor, que no sé
hacer oración!...”, está seguro de que has empezado a hacerla»
(Camino 90).
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