TRIGO-(UNO)
(albun)
Padre Pedrojosé Ynaraja
Se me ha ocurrido buscar en el inefable Google,la expresión “eres lo que comes” y
en 0.34 segundos, me ha encontrado 810.000 archivos que respondan a ello. Algo
habrá de verdad. Si lo digo, es para que el lector caiga en la cuenta de que así
como hablamos de razas, continentes, etnias, con más o menos acierto, podremos
hablar también de culturas culinarias. Pienso ahora, sin pretensiones científicas,
que podríamos dividir la familia humana, sin límites precisos, en tres grandes
grupos. El del trigo, el del arroz y el del maíz. La cuenca mediterránea es, o más
exactamente era, peculiarmente triguera.
Es lícito y oportuno imaginar a un homínido, que en sus desplazamientos buscando
huevos, fruta e indefensos animalitos, se detiene a observar gramíneas, que pisa
con facilidad, que le exigen estar levantado oteando y vigilando la lejanía. Recoge
alguna brizna que se destaca, por simple curiosidad, la manosea y tritura y, al
encontrar en su interior un grano, se lo mete en la boca, lo saborea sin demasiada
complacencia. Repite múltiples veces la experiencia, que no fue fracaso y
comprueba que satisface su hambre. Poco a poco, temporada tras temporada, se
sacia con las pepitas que encierran aquellas espigas, hasta que las empieza a
plantar acotadas. La reproducción de los cereales es segura, pocas semillas son
estériles. Las espigas recogidas poco antes de secarse, son fáciles de masticar y
jugosas. El paso siguiente es recogerlas cuando están totalmente secas, para
almacenarlas en su guarida, a salvo de los roedores y de ciertas aves que también
las consumen. Se requiere el trabajo previo de desmenuzarlas y quedarse
exclusivamente con el grano. En llegando a este estadio, las puede aprovechar de
dos maneras. O bien las tuesta, o las muele. De las dos maneras le complace el
trigo, de tal manera, que conservará ambas costumbres.
Tostar trigo, mejor si no ha llegado a madurar, es fácil. Se conserva, se trasporta
con facilidad y es sabroso. No es ni una simple golosina, ni un alimento básico. Tal
vez lo podríamos comparar con nuestros bocadillos. Pienso ahora en una bucólica
estampa bíblica, en la que nuestro cereal tiene un cierto protagonismo.
Apunte previo. Me hace gracia recordar que el último Sínodo episcopal, dedicado a
la Palabra de Dios, con la seriedad propia de los documentos surgidos de estas
asambleas, decía que no se debía utilizar la Biblia como simple lectura interesante,
dado su carácter sagrado. Hace poco más de un mes, en una audiencia, el Papa
recomendaba a los peregrinos que preparaban sus vacaciones, que escogieran las
lecturas y no se olvidaran de la Biblia. Que la lectura de alguno de sus libros, era
interesante y ocupaba no más de una hora. (Estoy seguro de que al decirlo,
Benedicto XVI, estaba pensando en la historia de Rut. Y me alegro de suponerlo,
pese a que voy a corregirle. Se puede leer en 45 minutos y es una narración
preciosa. No os la perdáis). En el cap.2, vers 14, veréis a la “gitanilla”, dicho en el
sentido de nuestro folklore literario, a la moabita, viuda y cariñosa, Rut , sentada
con los segadores, que come como aperitivo trigo tostado, acompañado de un
refresco natural del que ya he hablado en otras ocasiones. Se trata de la posca, una
bebida típica del ejército romano, que perduró hasta época bizantina. Es agua con
vinagre. No hagáis aspavientos. Cualquiera de los nuestros, es agua con acido
cítrico y aromas de la fruta de la que procede. La de que os hablo es agua, acido
acético y fragancias de uva. Bajo un árbol, Biblia en mano, comiendo a puñaditos el
cereal asado, acompañándolo de traguitos de posca, sentiréis en vuestro entorno a
la astuta suegra Noemí, al solterón Booz y a la ingenua y laboriosa Rut, que se
convertirá posteriormente en la bisabuela del rey David.