¿NINGUNA CRISIS MÁS?
Padre Pedrojosé Ynaraja
Con el de hoy cierro paréntesis, continuaré de nuevo el “álbum de las siete especies”.
Decía que deseaba se suprimieran las bodas tal como se celebran hoy en día y que se
insistiese en la preparación para la vida cristiana matrimonial. Puede desaparecer la fiesta,
como no se celebran las peticiones de mano y se suprimieron los esponsales, sin que a nadie
le preocupe. Lo importante no es un banquete o la satisfacción vanidosa de un vestido.
Sentimos una imperiosa sed de felicidad, que confundimos, a veces, con saborear el triunfo o
saciarse de placer.
El humano es un ser festivo, pero la pareja cristiana puede posponer la comunicación de su
elección matrimonial, compartiendo con familiares y amigos el nacimiento del primer hijo, la
inauguración de la vivienda o la presentación del esposo o la esposa. Son ejemplos. Que las
altas esferas de la Iglesia y sus burócratas deban reformarse no lo negaré. Lo que me urge es
mi reforma y la de la gente con la que me relaciono.
Acabaré con una crisis interna que me preocupa. El deseo de Jesús fue que viviéramos sus
enseñanzas en comunidad. Los primeros núcleos cristianos fueron domésticos. Llegó al campo
y se estructuraron las parroquias. Paralelamente iban apareciendo nuevas formas de vida:
cenobíticas, mendicantes, etc. Las “terceras órdenes seculares” fueron, seguramente, el origen
de las asociaciones, movimientos, pías uniones y otras hierbas, que tanto abundan hoy.
Buscan reconocimiento jerárquico y generalmente se les otorga. Pero una cosa son los
estatutos y otra como se ponen en práctica. Por muy aprobados que puedan estar y muy
sinceros los actos de compromiso, no podemos ignorar que uno de los males de nuestro
tiempo, es su frecuente actuación sectaria. Nadie se atreverá a llamar secta a una institución
aprobada, que da buenos resultados a corto plazo, pese a que luego se haga plaga, y amenaze
ser pandemia.
Sanando este mal, y de manera discreta, van apareciendo los cristianos de parroquia, que ni
siquiera se atreven a llamarse así. Abiertos a la Gracia, a la vitalidad de la Iglesia Universal, sin
consignas reservadas, ni procederes iniciáticos, ni puertas cerradas. No se puede ignorar que
uno de los resortes que facilitan este cambio, ha sido la despreocupación por las líneas
divisorias entre parroquias. Una persona no necesariamente se siente vinculada al lugar donde
duerme, tal vez estará mejor allí donde trabaja o estudia, o donde se encuentra con sus
amigos. Cualquiera de ellos será lugar apto para celebrar su Fe, sin que la condicionen
consignas más o menos ocultas. Que el hombre es el animal capaz de comprometerse y ojalá
lo sea siempre con la Iglesia, sin condicionamientos de una organización, por mucha
importancia social o económica que tenga.