APENDICE – OTROS CEREALES
Padre Pedrojosé Ynaraja
Junto al trigo y la cebada, aparece en tres ocasiones la espelta (triticum spelta). Se
trata de un cereal considerado en épocas bíblicas alimento de baja calidad, propio
de pobres o de malas cosechas. Crece en los peores suelos y soporta sequias y mal
tiempo. Estuvo a punto de desaparecer, su rendimiento era bajo. Al ser minoritario,
y por su apariencia, algunos traductores lo confunden con el centeno. Le dedico
estas líneas por dos razones. La primera es que en ciertos ambientes se ha puesto
de moda y lo venden solo en panaderías de categoría y, por supuesto, a mayor
precio. La segunda es porque Santa Hildegarda (1098-1179), esta enigmática
santa, nunca canonizada según normas al uso, pero inscrita en el correspondiente
catálogo, en uno de sus tratados, el “manual de la utilidad para el hombre, de las
cosas creadas más corrientes, menciona 230 plantas, pero solo se detiene en la
espelta con detalle, de la que dice que “es cereal optimo, caliente, rico, eficaz y
más suave que los otros cereales. A quien lo come le proporciona carne y sangre
correctas. Alegra y pone gozo en la mente del hombre. Es buena y suave de
cualquier modo que se coma, ya sea en pan o con otras comidas. Si alguien está
tan enfermo que a causa de su enfermedad no puede ni comer, coge granos
enteros de espelta y cuécelos en agua, añadiendo grasa o yema de huevo, para que
así sepa mejor y pueda comerlo más a gusto. Dáselo al enfermo para que lo coma,
y lo curará por dentro como ungüento bueno y sano”. Añado que, mencionada por
los últimos papas en diversas ocasiones, será proclamada doctora de la Iglesia el
próximo 7 de octubre. Se la considera patrona de los cultivadores de plantas
medicinales y goza de gran predicamento por Europa central. Es conocida como la
Sibila del Rin y Profetisa teutónica. El papa Benedicto XVI se refirió a Hildegarda
encomiándola como una de las grandes mujeres de la cristiandad, junto con
Catalina de Siena, Teresa de Ávila y la madre Teresa de Calcuta.
Quien considere las anteriores líneas como extemporáneas en un escrito que
pretende referirse a las “siete especies” de la Tierra Prometida, le diré que
reducirse a describir lo que cualquier diccionario bíblico o el inefable Google dicen,
sería labor innecesaria.
Cuando acabó de redactarse el último escrito revelado, faltaba mucho tiempo para
que apareciese Linneo (1707-1778) el sabio naturalista que tuvo la genial idea de
empezar a catalogar a los seres vivos, empezando por los vegetales, dotándoles de
su correspondiente nombre y apellido, de manera que del mijo, la avena o el
centeno, que aparecen en algunas versiones, no es segura su mención o es
esporádica. Más grave es la mención del maíz, que ocurre a veces, grano que llegó
después de América.