Higo-Higuera
Padre Pedrojosé Ynaraja
Sorprenderá al lector que entre las promesas que se le hace al Pueblo escogido,
una de ellas es que encontrará higueras en la tierra a la que se dirige. O que al
pueblo de Israel, en otros momentos, como señal de posibles desgracias, se le
anuncie que se mustiaran sus hojas o se secará el árbol. ¡Cuántos de nosotros
pasamos meses y meses sin probar los higos!. Que se diga que la pareja del
Paraíso se cosió hojas de este vegetal para cubrir sus genitales, tiene su gracia. Y
sus razones, para quien conozca el tamaño y consistencia de estas.
La higuera es un vegetal muy curioso. En buenas situaciones, da dos cosechas al
año, de aquí que casi siempre se pueda encontrar higos entre sus ramas. Que no
son propiamente fruta, sino infrutescencia, es decir conglomerado de diminutas y
autónomas piezas, encapsuladas en una bolsa. Cómo logran los microscópicos
gametos su fecundación, si es de forma sexual, resulta un curioso prodigio, que
ahora no me entretendré en describir. Vive la higuera en cualquier sitio con tal que
tenga un poco de humedad. Hace muy poco, vi un ejemplar enraizado entre las
sillares de un campanario, a más de 5 metros de altura, que se elevaba hasta el
nivel de las campanas. Por la cuenca mediterránea, encuentra uno ejemplares
cuando menos lo espera, de tal manera que cabría pensar que es un inútil árbol
silvestre. Imagino que la madera de sus troncos y ramas no tiene utilidad, pues no
es dura y se desgaja con facilidad. Los botánicos le han dado el nombre de Ficus
carica.
Después de lo escrito hasta ahora, no extrañará que diga que aparece mencionado
en la Biblia en 62 ocasiones, frente a la manzana, que sólo sale 6.
Los higos son alimento predilecto, objeto de regalo para atraerse la predilección de
poderosos y, en forma de cataplasma colocada in situ, medicina también. A estas
utilidades hay que añadir que en Israel, en muchas ocasiones, se plantara junto a
parras y que estas enredaran sus pámpanos en ellas, permitiendo a la vinífera
elevarse sin que sus racimos se ensuciaran ni pudriesen. Ya lo dije hablando de la
uva: el símbolo de la prosperidad bíblica, es tener una casita con parra e higuera.
Varios profetas, mayores y menores, hablan de ella y también el Cantar de los
Cantares. Es uno de los protagonistas de la graciosa fábula de los árboles de Siquen
y, por supuesto, uno de los manjares que Judit , la bella, elegante y valiente viuda,
se llevó como sustento para su arriesgada aventura. No es de extrañar que los
orientales imaginen que la fruta prohibida del Paraíso fuera un higo, relacionándolo,
pura lógica, con las hojas que recordé al principio. Su sabor es muy superior al de
nuestras golden o starky, por citar las manzanas más comunes de nuestros
mercados. Un valor añadido, es que puestos al sol se secan y posteriormente se
conservan largo tiempo. Acabo recordando que nuestro doméstico y nunca ausente
azúcar, es producto industrial reciente. El agradable gusto dulce, lo gozaban
nuestros antiguos, saboreando, entre otros, jugosos higos.