ESTO NO ES LA NAVIDAD
Por: Claudio de Castro / cv2decastro@hotmail.com
Hoy, cuando salí de mi casa pensé en la Navidad, en los ajetreos y las cosas que
muchos hacemos para estos días. Llegué al tranque cotidiano, vi algunas personas
disgustadas y me dije: “Esto no es la Navidad”.
La Navidad nos permite andar felices, emocionados, porque: “Una buena noticia
se nos ha dado”. “Algo extraordinario está por ocurrir”.
Yo quisiera hacer algo diferente en estos días, que la Navidad sea para perdonarnos
entre nosotros. Abrazarnos como verdaderos hermanos. Y seguir adelante,
demostrar que se pueden superar las diferencias, los errores del pasado.
Hay algo grande en la Navidad que debemos descubrir. Es un evento
extraordinario que está más allá de nuestra comprensión. Nos da la certeza que
Dios envió a su Hijo para redimirnos, por Amor. Sabemos que estuvo en medio
de nosotros y nos dejó su Paz.
Es una época que nos anima a hacer las cosas diferentes. Vivir lo que creemos.
Es tener a Jesús en medio y reconocerlo en los demás.
Cada año, para estas fechas recuerdo lo que una vez hice. Decidí que a todo el que
me encontrara le diría: “Feliz Navidad”. Los inicios fueron difíciles. Algunos me
veían como diciendo: “¿Y a éste qué le pasó?”. Me convertí en un bicho raro.
Transcurrieron los días y de pronto me vi frente a un oficial de la policía.
Feliz Navidad”, le dije efusivamente.
Me miró con sospecha. Colocó su mano sobre la funda del revólver. Y de pronto
sonrió. Cambió su expresión y me respondió emocionado:
“Feliz Navidad para usted también”.
La Navidad nos ayuda a comprender que no somos huérfanos. Estamos en la tierra
por un motivo muy grande.
Estás aquí porque Dios te Ama .
Una vez me pregunté: ¿qué es importante en la Navidad?
La respuesta fue sencilla:
El amor.
Cantar villancicos con los niños.
Pasarlo en familia.
Armar un nacimiento.
Ir a las posadas.
Compartir nuestro tiempo.
Ayudar a todo el que podamos.
Hacer visitas, llevando alegría y entusiasmo. Tener momentos íntimos, para la
oración. Contemplar al recién nacido.
Mi vida le pertenece a este pequeño niño que ha de nacer. Él será lo más
importante para mí. Cuando le cargue en mis brazos, ¿cómo estará mi alma?,
¿tendré puestas mis mejores vestiduras? ¿Podré atraerlo a mí sin temor? Es tan
pequeño e indefenso que casi da miedo apretarlo contra mi pecho.
Sí, podré hacerlo. Le besaré su frente. Y lo miraré a los ojos. Él me mirará. Tocará
mi rostro con sus manitas y me sonreirá.