Parábola de los siete mimbres
Vivir la Solidaridad
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
La palabra “solidaridad” proviene de la palabra latina “solidus”,
que designaba una moneda de oro sólida, no variable sino bien
consolidada. De ahí se derivaron en castellano los términos
“soldada”, “consolidar”, “solidez” y más recientemente, “solidario” y
“solidaridad”.
Así pues, el concepto de solidaridad se refiere a una realidad
firma, valiosa, lograda mediante el ensamblaje (soldadura) de seres
diversos. Este ensamblaje forma una estructura sólida que, en la
vida social, se consigue mediante la vinculación solidaria de cada
persona con las demás.
Dado que la persona se desarrolla creando vínculos con otras
personas fundando modos de vida comunitaria, para lograrlo se
hace necesaria la solidaridad en toda comunidad.
2) Para pensar
Erase una vez un señor que toda su vida se dedicó a trabajar
el mimbre. Le ayudaban sus siete hijos. Unos solían cortar las ramas
y los tallos de los arbustos, otros los tejían, con entramado, para
crear muebles, cestos y otros objetos; y otros se dedicaban a
venderlos.
Cuando el señor envejeció, quiso dejarles una lección, pues
notaba que a veces los hermanos reñían entre sí. Así que los llamó:
“Hijos, antes de morir quiero que cada uno vaya a buscar un
mimbre seco y me lo traiga”.
“﾿Yo también?”, preguntó el menor, que solo tenía siete años.
“Sí, también quiero que tú vayas” le respondió el padre. El mayor
tenía veinticinco, y era un muchacho muy fuerte. Salieron los hijos,
y volvieron trayendo cada uno su mimbre seco. El padre cogió el
mimbre que trajo el hijo mayor, y se lo entrego al más pequeño,
diciéndole: “Parte este mimbre”. El pequeño partió el mimbre sin
esfuerzo. Después el padre entrego otro mimbre al mismo hijo
pequeño: “Ahora, parte este”. El niño lo partió, y así, uno por uno,
sin esfuerzo, partió todos.
Partido el último, el padre dijo otra vez: “Ahora, vayan por
otro mimbre cada uno y tráiganmelos. Los hijos volvieron a salir, y
al poco tiempo traía cada uno su mimbre. “Ahora, dénmelos todos”
pidió el padre. De todos los mimbres hizo un haz, atándolos con un
junco. Volviéndose hacia el hijo mayor, le dijo: “ᄀToma este haz y
pártelo!” El hijo mayor empleó cuanta fuerza tenia; pero no fue
capaz de partir el haz. “﾿No puedes?” pregunto al hijo. “No, padre;
no puedo”. Entonces dirigiéndose a los otros preguntó: “Alguno de
ustedes, ¿es capaz de partirlo? Prueben...”. Pero ninguno fue capaz
de partirlo, incluso juntos los hermanos tampoco pudieron.
El padre les dijo: “Hijos míos, mi hijo menor partió uno por
uno, sin costarle nada, todos los mimbres; en cambio, mi hijo mayor
no pudo partirlos todos juntos, nadie pudo partir el haz. Pues bien,
no se olviden de esto y de lo que les voy a decir: mientras estén
unidos, como hermanos que son, nadie se burlara de ustedes, ni les
hará mal, ni los vencerá. Pero si se separan o reina entre ustedes la
desunión, fácilmente serán vencidos”.
3) Para vivir
Así como un coro se forma de las diversas voces y se le
admira su unidad y la armonía que surge al desear todos los
músicos interpretar una obra. Así también en la sociedad habrá la
paz y armonía cuando todos se acompañan deseando construir un
mundo mejor. Todos necesitamos de los demás y no podemos
discriminar a nadie.
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