SACERDOTE Y ENAMORAMIENTO
Padre Pedrojosé Ynaraja
Los mártires son las flores del Cristianismo y, si las estadísticas dicen que brota uno
cada cinco minutos, podemos estar seguros de la belleza y robustez de nuestra Fe.
Hace pocos días celebrábamos en la catedral, una misa de acción de gracias por la
canonización de Carme Sallés y Barangueras. Me preguntaba por el camino ¿Qué
significan las vírgenes y los confesores en el seno de la Iglesia? Imaginé que son las
hojas de la Santa Planta, recordando que cumplen función clorofílica espiritual,
indispensable para la vida. Al encontrarme en el la silla un librito en el que se
incluía una breve biografía de la santa y leer que había nacido en Vic, la diócesis
donde resido, pero que su labor apostólica y fundación, la ejerció en Burgos,
población que me es tan querida por los años que residí en ella, caí en la cuenta de
que la primera chiquilla que se enamoró de mí, era por aquel entonces, alumna de
las Concepcionistas.
Recordé a T.R. que se fijó en mí, que acudía en verano también a la misa diaria de
los carmelitas. Me la encontré un día fuera y me hablo en tal tono y con tal interés,
que algo nuevo resonó en mi interior y lo trasformó. Nunca olvido, cuando visito la
ciudad castellana, ir o siquiera cruzar, por el paseo de la Isla, lugar de aquel primer
encuentro. Nuestra relación fueron sencillas conversaciones, miradas, sonrisas, (era
enormemente alegre y graciosa), ensueños y peleas con una pandilla de chicos
rivales. Evidentemente duró poco, como otros sucesivos enamoramientos, ya en
tierras catalanas, pero pienso muchas veces ¿cómo hubiera sido mi fisonomía
espiritual de no haber existido estos enamoramientos?
Amar siempre enriquece, ser amado también. Se añadió a la Gracia, esta suerte
que me concedió el Señor. Ha sido riqueza en sensibilidad, ternura e idealismo. En
ningún caso hubo ningún contacto físico. Recuerdo que en alguna ocasión hasta le
regalé regaliz, era de las pocas cosas que uno podía comprar y saborear en aquel
tiempo. Fueron imaginaciones, quiméricos proyectos, recibir sonrisas amables,
propias de una ingenua generosidad interior. Tan poca cosa, impregno el nuevo
amor que se iniciaba. Fui muy querido por mi familia. Los chiquillos, hijos de los
otros funcionarios que en la estación ferroviaria vivían, ellos y ellas, fueron el
germen de la amistad que aún continua brotando, como la vegetación de los
bosques que nacen, crecen y son sustituidas por otras. Y así se conserva lozano un
bosque, como ofreciendo amistad y recibiéndola, permanece el espíritu joven.
Otros nombres podría ir citando, cada uno fue aportación de capital espiritual, que
junto a la Gracia me han hecho afortunado. Soy de los que cree que el sacerdocio
se vive con más plenitud y libertad, desde el celibato, pero también opino y casi
diría que es indispensable, que no falte nunca en las etapas de crecimiento de la
personalidad, una cierta dosis de enamoramiento. Continuaré en ello.