¿Hay dogmatismo en el mundo científico?
P. Fernando Pascual
15-12-2012
El dogmático afirma que las cosas están como dice él. Los que rechacen sus ideas se equivocan.
La frase anterior, ciertamente, puede ser equivocada, pues de lo contrario sería una definición
dogmática del dogmático... Pero en cierto modo refleja algo real: la actitud de quien cree poseer la
verdad y se siente capaz de considerar en el error a sus contradictores.
En el mundo moderno se está desarrollando una sutil forma de dogmatismo que resulta
problemática por ser fácilmente aceptable. Se trata del sistema de selección de publicaciones
científicas según niveles de calidad. Veamos un poco lo que está pasando.
Con el pasar del tiempo diversas revistas consiguen un estatuto de reconocimientos que las
convierten en punto de referencia casi irrenunciable sobre una temática concreta. Otras revistas,
antiguas o nuevas, quedan marginadas por no haber alcanzado, según diversos criterios de
valoración, el nivel requerido para llegar a ser declaradas como “científicas” y de calidad.
Una vez que se crea esta distinción entre revistas cualificadas y revistas de segunda clase, los
investigadores y estudiosos buscan, a veces con ansiedad, colocar sus artículos en las revistas de
mayor calidad. Quien entra en el círculo de los selectos triunfa. Quien queda marginado, quizá se
consuele con publicar sus investigaciones en una revista de menor calidad.
En esta situación, se inicia una extraña forma de dogmatismo. Los que llega a superar las barreras
de quienes controlan las revistas mejores se convierten en hombres o mujeres que hablan con mayor
fuerza, que ofrecen resultados “superiores” y, para muchos, casi definitivos. Es decir, sus
investigaciones adquieren un nivel tan elevado que todo lo que las contradiga podría quedar
declarado como falso o, al menos, como no digno de ser tenido en cuenta.
Es cierto que un estudio publicado hoy en una revista de primer nivel podrá ser desmentido mañana
por otro estudio publicado en esa misma revista o en otra de un nivel parecido. Pero mientras la
contradicción no llegue, quien ha superado las barreras de control que filtran qué se publica y qué
no se publica en las mejores revistas se convierte en una “autoridad” que puede ser vista como
dogmática.
Nos encontramos, de esta manera, ante una modalidad, algo disimulada, de dogmatismo. Quizá no
del todo nueva, pues también en otras épocas se procedía de maneras parecidas (concursos para
llegar a ser catedrático, licencias para publicar un libro, censura, etc.); pero no por ello menos real:
hay estudiosos con buenas investigaciones que no consiguen por años y años superar los filtros de
quienes controlan hoy en día los contenidos de las mejores revistas.
¿Y para qué sirve señalar esta situación? Simplemente para reconocer que el dogmatismo no es algo
del pasado, sino que se da también en nuestro tiempo. Lo cual no significa que sea algo malo, ni
tampoco le da un certificado automático de ser bueno. Todo dependerá de la honradez intelectual de
los nuevos “censores”, de quienes dicen qué se publica y qué queda aparcado, y de los criterios de
valoración que usen.
Si los “censores” tienen una mentalidad cerrada y rechazan todo lo que vaya contra sus ideas, está
claro que esta forma de dogmatismo es dañina y, en el fondo, anticientífica. Si, en cambio, son
hombres y mujeres honestos, que aprecian seriamente la verdad y las cualidades ofrecidas en una
investigación, aunque no concuerde con sus ideas previas, habrá puertas abiertas a contenidos
enriquecedores que, en el fondo, es lo único que sirve a la hora de valorar cualquier revista
auténticamente científica.