¿Qué entendemos por provocar un daño?
P. Fernando Pascual
19-1-2013
La palabra “daño” parece fácilmente comprensible. Dañar significa producir un mal en un objeto,
en una planta o un animal, en un ser humano, en el ambiente, en el mundo entero. En cambio, no
resulta del todo fácil explicar en qué consista el mal para cada cosa.
Por ejemplo, ¿es un mal para un árbol el que se le pode? ¿Es un mal para un niño hacerle llorar a la
hora de ponerle una inyección? ¿Es un mal para el ambiente quemar unos terrenos para luego poder
cultivar en ellos?
Existen, como se deduce de las preguntas anteriores, diferentes perspectivas a la hora de analizar
qué sea bueno o qué sea malo para alguien o algo en concreto. Así, por ejemplo, desde el punto de
vista de un campesino y de quienes se benefician de su trabajo, puede ser bueno talar parte de un
bosque para aumentar la producción agrícola; en cambio, desde el punto de vista de quienes aman la
naturaleza la tala de árboles de ese bosque sería un grave daño para el ambiente o simplemente para
la belleza de un rincón de la comarca.
Si vamos más a fondo, nos damos cuenta de que la idea (subjetiva) de daño depende de lo que
algunos consideren como bueno o como malo. Así, para un político sería un “daño” no aumentar los
impuestos sobre tal categoría de ciudadanos por las consecuencias económicas que se producirían.
Para esos ciudadanos, en cambio, sería un “daño” precisamente el que aumentasen los impuestos
sobre ellos.
Más allá de la idea subjetiva de daño, ¿es posible encontrar una idea objetiva? Dar con una
respuesta resulta mucho más complejo, precisamente porque en la misma noción de daño entra,
continuamente, la percepción subjetiva de quien lo recibe (el industrial que ven cómo le “quitan” el
dinero con más impuestos) o de quien observa lo que pasa (el ecologista que protesta ante la
reasignación de un terreno forestal para que se puedan construir edificios en el mismo).
Además, en un mundo poco amigo de las reflexiones metafísicas, poco familiarizado con la idea de
“naturaleza” (comprendida de modos diferentes por los filósofos y por los científicos), hablar de
“daños objetivos” resulta complejo y no siempre fácil de determinar.
Entonces, ¿es posible tener una idea clara de lo que significa provocar un daño? No, si aceptamos
como un hecho inmodificable que nuestro mundo está basado en la confusión y en el subjetivismo.
Sí, si abrimos horizontes a la reflexión filosófica para avanzar, aunque sea entre dificultades, hacia
la comprensión de lo que puede significar, objetivamente, el bien y el mal para cada realidad
concreta en particular y para los seres considerados como miembros de un mundo lleno de
interdependencias.