Los deseos del corazón
Fernando Torre, msps.
Somos sujetos incompletos; vamos de camino. Por eso surgen en nuestro corazón
innumerables deseos. Una inquietud vital nos acompaña. Somos un deseo insatisfecho
que busca su objeto.
El deseo es indispensable para la vida. Deseamos comida y salud, queremos
conocer y crear, buscamos cariño y amistad… Sin deseos moriríamos o, al menos, nos
veríamos encadenados a la apatía o la depresión, y seríamos incapaces de trabajar, amar y
gozar.
En nuestra vida espiritual, el deseo ocupa un lugar esencial y sobresaliente:
deseamos –aunque lo ignoremos– encontrar a Dios y vivir en comunión con él. Le dice
Conchita a su hija Religiosas de la Cruz: «Jesús es tan bueno que acepta, como hechos, los
deseos del corazón» 1 . Mientras que nosotros nos exigimos haber llegado a la meta, a
Jesucristo le basta nuestro deseo de llegar.
El objeto deseado nos fascina; da dirección y dinamismo a nuestra vida. Dirigirnos
hacia él nos produce placer y alegría.
Es común que en nuestro interior se ent able una lucha entre deseos opuestos :
deseo comerme un chocolate y quiero bajar de peso. Sólo el amor por un bien mayor nos
permite posponer otros deseos o renunciar a ellos. «El amor da fuerzas, y todo lo arrolla y
todo lo vence: es un fuego consumidor qu e hace arder al alma en deseos de asimilarse
con el objeto amado» 2 .
Cierto que podemos desear de manea egoísta o equivocada , o incluso desear algo
ilícito o inmoral. Pero, en vez de acallar los deseos, hemos de educarlos para que nos
ayuden a buscar lo que nos hace bien, lo que beneficia a los demás, lo que agrada a Dios.
Dejemos de lamentarnos de que nuestros pasos hayan sido equivocados o de que
estemos lejos de la meta; lo que importa es aceptar nuestros límites, desear intensamente
acercarnos a la meta y caminar en la dirección correcta.
1 Carta escrita el 29 septiembre 1923, en Cartas a Teresa de María , México 1989, 416.
2
Carta escrita en diciembre 1912, en Cartas a Teresa de María , México 1989, 170.