Propaganda teatral y medios de comunicación
P. Fernando Pascual
22-3-2013
Un grupo quiere difundir sus ideas. Puede hacerlo con libros, conferencias, discusiones. Puede
hacerlo también con un gesto espectacular: se consigue más publicidad con una pancarta sobre un
rascacielos que con el trabajo paciente de los caminos “ordinarios” para comunicar la propia
ideología.
Hay gestos radicales que producen un fuerte impacto en la opinión pública. Pero esto sólo es
posible si hay fotógrafos y agentes de la información que hablen de tales gestos, también cuando se
falta al buen gusto, al respeto a las normas básicas de convivencia, incluso a la prudencia: hay
propagandas teatrales que ponen en peligro vidas humanas.
Este tipo de gestos, sin embargo, perderían buena parte de su eficacia si fueran tratados
adecuadamente. Porque un activista no se colgaría dos veces de un puente si tras la primera acción
los medios informativos lo hubieran ignorado, y si la policía y los jueces hubieran hecho respetar
las normas básicas de seguridad ciudadana para quienes ponen en peligro la propia vida o la de
otros.
Por lo mismo, los medios de comunicación podrían ayudar, con un silencio sereno y maduro, a
marginar este tipo de acciones propagandísticas extremas. Basta con no enviar fotógrafos para
recoger los hechos o, si otros difunden ciertas imágenes por Internet, con no darles ninguna acogida.
Alguno dirá que esas medidas podrían valer en el pasado, cuando las grandes agencias informativas
filtraban qué aparecía y qué no aparecía en el mundo de la prensa, pero que es imposible en el
mundo sin fronteras de Internet.
A pesar de esta observación, miles de cosas curiosas que aparecen en Internet tienen baja publicidad
mientras no “salten” a los medios de información de masa. Quizá algún hecho concreto logre
difundirse de modo espectacular simplemente con el uso de redes sociales y de blogs, pero muchos
otros quedarán circunscritos en un ámbito muy pequeño si no son ayudados por reflectores que los
hagan más famosos.
Mientras haya periodistas dispuestos a fotografiar y difundir el último gesto absurdo de pocas
personas aisladas, tales gestos se repetirán una y otra vez. Pero cuando la prensa, y quienes trabajan
en Internet con sanos principios éticos, decidan no difundir lo que no merece ser conocido, habrán
cortado las alas a la propaganda teatral. Habrá entonces menos fanáticos y activistas que incurran en
hechos escandalosos y un poco más de seriedad y paz en las calles y plazas de nuestro mundo
globalizado.