Víctimas sin estadísticas
P. Fernando Pascual
22-3-2013
Las grandes dictaduras del siglo XX provocaron millones de víctimas. Unas, por juicios sumarios,
por hambres artificiales, por robos masivos, por campos de exterminio. Otros, por guerras absurdas
y represiones despiadadas.
Las estadísticas de los horrores cometidos por el comunismo, por el nazismo y por otras ideologías
y dictaduras del pasado, sobrecogen por lo elevado de las cifras. Pero los números de esas
estadísticas no son capaces de reflejar las cifras reales de todas las víctimas.
Porque puede ser más o menos claro incluir, en las listas de víctimas de un totalitarismo, los
nombres de hombres y mujeres perseguidos, encarcelados, torturados, encerrados en campos de
concentración (en algún lager, gulag o laogai de los que abundaron en un pasado demasiado
reciente). Pero casi siempre quedan fueran de esas listas los nombres de familiares y amigos que,
desde la pena de ver sufrir a un ser querido, también llegaron a dolores atroces en sus almas o
incluso a la muerte.
Una historia concreta puede representar a las miles de víctimas sin estadísticas de nuestro mundo.
La encontramos en el famoso libro de Aleksandr Solzhenitsyn (también escrito como Alexander
Soljenitsin) titulado “Archipiélago Gulag”.
Solzhenitsyn cuenta el caso de un funcionario que trabajaba en la zona de Ivánovo, en un distrito
que tenía como capital el pueblo de Kady. Se trataba del presidente de la Cooperativa de Consumo
del Distrito, cuyo nombre era Vasili Grigórievich Vlásov.
Durante el año 1937 se vio envuelto en un extraño juicio, mezcla de venganzas personales y de
luchas ideológicas. Uno de sus “delitos”, que lo hacía sospechoso, era haber conseguido que la
gente de la zona hubiera podido comer pan, mientras en otros lugares había largas colas en los
puntos de suministros y el hambre asomaba su cabeza inexorablemente.
Esa “buena administración” hacía sospechoso a Vlásov. ¿No estaría cometiendo algún tipo de
sabotaje? Por eso llegaron las acusaciones, primero desde la prensa, luego en un proceso popular.
Es lógico que la gente sintiese sorpresa al ver a Vlásov en el banquillo de los acusados. ¿No había
logrado una buena gestión? Pero “el partido” lo consideraba un saboteador, y había que acabar con
él.
Acusaciones, debates, aplausos y silencios. Al final, el tribunal conmina la pena de muerte contra
Vlásov y otros encausados. Después de ser trasladados a una celda de muerte, unos fueron
fusilados, mientras la ejecución de Vlásov era aplazada por varios días.
Al final, y tras una apelación, la pena capital fue conmutada por la de 20 años de reclusión en
campos de trabajo...
Es en este contexto donde Solzhenitsyn evoca a una “víctima sin estadísticas”. Basta con copiar los
tres párrafos que narran esa historia que, para algunos, podrá parecer “insignificante”.
“Quisiera ahora dedicar una pequeña nota a la niña de ocho años Zoya Vlásova. Amaba a su padre
con locura. No pudo seguir yendo a la escuela (la pinchaban: «¡Tu padre es un empecedor!», pero
ella les hacía frente: «¡Mi papá es bueno!»).
Después del juicio ya sólo vivió un año (nunca antes había estado enferma), y en este año no rió una
sola vez. Siempre andaba cabizbaja y las ancianas predecían: «anda mirando a la tierra, pronto
morirá». Murió de meningitis, y en su agonía no cesaba de gritar: «¿Dónde está mi papá?
¡Devolvedme a mi papá!».
Cuando contamos los millones que murieron en los campos de reclusión, siempre olvidamos
multiplicar por dos o por tres...”
Sí: tenemos estadísticas que hablan de millones y millones de víctimas de sistemas represivos, de
dictaduras despiadadas, de ideologías que aplastaban a los enemigos con procesos absurdos y
amañados. Pero no tenemos estadísticas sobre esas víctimas inocentes, niños o ancianos, familiares
y amigos, que se hundieron, incluso que murieron, al presenciar el drama de un ser querido.
La “pequeña nota” dedicada a Zoya Vlásova, perdida en una obra monumental que puede haber
quedado casi olvidada para muchos, puede servir como invitación a encender una vela de recuerdo
ante las víctimas sin estadísticas de todos los tiempos.
Descansa en paz, Zoya. Que puedas encontrar la paz en el mundo donde la injusticia de los hombres
es vencida por el Amor y la misericordia de Dios.