COMIDA DE RESUCITADO
Padre Pedrojosé Ynaraja
Que Jesús resucitó, no lo dudo. En qué consistió su resurrección, es un aspecto diferente.
Si la antropología bíblica considera tres niveles de la personalidad: cuerpo, espíritu y alma, en
nuestra cultura, influye más la griega: cuerpo y alma. Tal vez sea por haber convivido durante
siglos con esta ideología que, generalmente, nos sentimos cómodos. Pero la medicina actual,
que distingue el nivel somático, del que se ocupa el internista, y el espiritual que atiende el
psicólogo o el psiquiatra, llegado un nivel que a veces quiere ignorar, dice que no es de su
competencia, pero nosotros creemos que existe. Lo que es innegable es que lo que llamamos
cuerpo, es una realidad “llena de agujeros”. Estoy pensando en aquella definición del átomo de
hidrogeno, antigua y chusca, que decía que era semejante a una plaza de toros donde en el
medio del ruedo hubiera una pelota de futbol y en lo más alto del tendido una de ping-pon. A
nadie se le ocurriría decir que el coso taurino estaba lleno. Añádase que el cuerpo humano es
un continuo trueque de substancias. Se renueva el agua, el calcio, el hierro etc, y hasta los
oligoelemntos entran y salen. Ante este panorama uno se pregunta ¿Qué es la resurrección
corporal?
Lo que es innegable es que la totalidad de Cristo resucitó. Si ardía el corazón de los
caminantes de Emaús cuando les explicaba las Escrituras, si entendieron sus enseñanzas los
Apóstoles, pervivía su espíritu, pero ¿qué podemos decir de su corporeidad?
Hay dos pasajes muy simpáticos y a los que alude el título. Jesús resucitado, para demostrar
que no era un fantasma, quiso comer. Un refrigerio sencillo en Jerusalén. Tenían a mano
pescado, se lo dieron y comió. Seguramente sería en salazón, imaginemos un arenque. El otro
episodio es encantador. En el final del evangelio de Juan se nos cuenta que a la orilla del Lago,
al amanecer, tenía preparado pan y pescado cociéndose en el rescoldo. Quiso compartir con
los que los siete discípulos habían prodigiosamente pescado. Obrar de tal manera es
genuinamente humano, ningún animal cocina, que yo sepa. Maravillosa estampa que no me
canso de imaginar, cuando por aquellas tierras, y en aquel lugar, cierro los ojos y paso un rato
meditando.
Con los que nos encontramos en misa, proyectamos encontrarnos en una ermita durante el
tiempo pascual, celebramos misa y al salir desayunamos “comida de resucitados”. Se trata de
pescados enteros, generalmente truchas de rio, para que sea expresivo para los niños. Sencilla
la celebración, espero que enseñe a algunos a interesarse por el Señor Resucitado.