Ante las falsas profecías
P. Fernando Pascual
20-4-2013
La enorme cantidad de pseudo revelaciones, profecías falsas, mensajes atribuidos confusamente a
santos o videntes de ayer y de hoy, suscita el deseo de analizar y denunciar todo lo que sea falso
para evitar que aumente la confusión entre muchas personas de buena fe.
Sin embargo, se trata de tantos textos que surge la pregunta: ¿vale la pena estudiarlos y desmentir
los que sean erróneos? Además, ¿no se hace propaganda a una profecía inventada si uno escribe
para denunciar su falsedad?
Los católicos hemos sido advertidos por Jesucristo a no ir detrás de anuncios fantasiosos ni de
mensajes falsos:
“Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, que harán grandes señales y prodigios, capaces de
engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos. ¡Mirad que os lo he predicho! Así que si os dicen:
‘Está en el desierto’, no salgáis; ‘Está en los aposentos’; no lo creáis” ( Mt 24:24-26). “Y os dirán:
‘Vedlo aquí, vedlo allá’. No vayáis, ni corráis detrás” ( Lc 17,23).
Entonces, cuando alguien nos ofrece un libro donde se habla de amenazas, avisos, profecías y
mensajes fabulosos; o cuando nos llega una y otra vez un mensaje electrónico con avisos sobre
terremotos, guerras, antipapas y señales apocalípticas; o cuando un amigo nos comenta que
abandonemos cuanto antes la ciudad en la que vivimos porque el fin del mundo está cercano, ¿qué
hacer?
Simplemente, tomar el Evangelio y vivir como Cristo nos ha enseñado: en vigilancia, en oración, en
caridad, con las lámparas encendidas, buscando su Reino:
“Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por añadidura. No temas, pequeño rebaño,
porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino. Vended vuestros bienes y dad
limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el
ladrón, ni la polilla; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Estén
ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor
vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos que
el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y,
yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así,
¡dichosos de ellos!” ( Lc 12,31-38).
¿Y qué decimos ante tantos mensajes que giran por nuestro mundo de rumores y de confusión? En
muchos casos lo más prudente será ofrecer una palabra sensata a quien nos pregunte sobre los
mismos: no pierdas el tiempo en esos mensajes; más bien, lee el Evangelio, busca conocer mejor tu
fe católica, vive los Sacramentos, ama a tu prójimo, perdona a quien te ha ofendido, ayuda al
necesitado, reza por el Papa, los obispos, los sacerdotes y todos los bautizados.
La vida es corta. El tiempo pasa. Un creyente no desparrama sus horas para desmentir tantas
mentiras y tantas pseudorevelaciones que se difunden como fuego atizado por el viento.
Al contrario, el discípulo de Jesús se ciñe la cintura y mira al Señor con serenidad y con esperanza.
“Dice el que da testimonio de todo esto: ‘Sí, vengo pronto’. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!” ( Ap
22,20).