Un encuentro inesperado
Historia de un rosario
Pbro. José Martínez Colín
Cuando Jim le dijo a su esposa que casualmente se había
encontrado con un personaje, su esposa le aclaró que nada era casual,
sino “causal”, es decir, todo tiene su causa y es para algo.
Efectivamente, no era casualidad su encuentro inesperado con la
madre Teresa de Calcuta.
Fue hace años cuando Jim Castle abordó el avión en 1981.
Estaba muy cansado después de una semana llena de reuniones y se
disponía a descansar en su asiento. Cerró los ojos y oía cómo los
pasajeros pasaban, y el ruido de los equipajes. Pero de repente, hubo
un silencio total... Jim volteó para ver qué pasaba y se quedó
boquiabierto. Por el pasillo, venían dos monjas vestidas en hábitos
blancos con un borde azul. Reconoció la cara que estaba en la portada
de la revista TIME , y aparecía con frecuencia en la televisión: una piel
arrugada, pequeña, ojos cálidos... Las dos monjas se detuvieron y Jim
se sorprendió que su compañera de vuelo sería precisamente la propia
Madre Teresa de Calcuta.
Ya acomodados, la Madre Teresa y su compañera sacaron sus
rosarios. Cada decena de cuentas, tenía diferente color. La madre le
aclaró: “Cada decena representa varias áreas del mundo… Rezo por los
pobres y moribundos de cada continente”.
Comenzó el vuelo y las dos monjas comenzaron a rezar en voz
baja. Aunque Jim no se consideraba católico practicante,
inexplicablemente se encontró envuelto en el rezo.
Cuando terminaron, la Madre Teresa se volvió hacia él y una
sensación de paz lo envolvió: “Joven, ¿rezas el Rosario
frecuentemente?” Él tuvo que admitir que no lo hacía. Ella tomó su
mano, y mirándolo a los ojos, sonrió: “Bueno, lo harás de ahora en
adelante”, mientras dejaba su Rosario en la palma de la mano de Jim.
Más tarde, en el aeropuerto, Jim le explicaba a Ruth, su esposa,
lo ocurrido, y por qué traía un Rosario en la mano: “Es como
encontrarse con una verdadera hermana de Dios”.
Meses más tarde, visitaron a Connie, una amiga que tenía
cáncer. “Voy a luchar y no me daré por vencida”, decía Connie a Jim.
Entonces Jim le contó sobre su encuentro con la madre Teresa y el
rosario: “Quédatelo, puede que te sirva”. Connie le contestó: “Gracias,
espero poder regresártelo”.
Después de un año... Connie lo visitó: “Lo mantuve conmigo todo
el tiempo… El médico dijo que no sería fácil, he tenido cirugía,
quimioterapia; pero el mes pasado, me hicieron otra cirugía, y el tumor
¡ha desaparecido!”, por eso te regreso agradecida el Rosario”.
En el otoño de 1987, Liz, cuñada de Jim, cayó en una gran
depresión por problemas matrimoniales. Le pidió prestado el rosario.
Lo puso junto a su cama y cuando se sentía deprimida, lo tomaba,
rezaba el Rosario y sentía que no estaba sola: “Era como si una mano
me consolaba”, le dijo. Gradualmente, Liz mejoró su vida, y regresó
también el Rosario a Jim.
Después, una noche de 1988, un amigo le llamó por teléfono:
tenía a su mamá en coma y le pedía el Rosario. Tenía la esperanza que
con éste Rosario su mamá pudiera morir en paz; y así fue: “La
enfermera nos dijo que mi mamá podía oír; entonces le expliqué la
historia de este Rosario y fue como si su semblante se relajara, lo
sujetó todo el tiempo, hasta que minutos más tarde, se nos fue”.
El poder del rosario está en la intercesión de la Virgen María ante
Dios. Frecuentemos este rezo con la seguridad de ser escuchados.
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