CARISMA, VOCACIÓN Y ESTADO III
Padre Pedrojosé Ynaraja
Ni me he dedicado hasta ahora a comentar el tema que encabeza los últimos artículos, ni lo
pienso hacer hoy. Es preferible dejarlo para cuando haya aclarado algunas situaciones que
considero más importantes. Me he referido a los carismas.
Comentaba que en aquella reunión con juventud del lejano 1959, parece quedó claro que para
que el estado matrimonial se viviera con éxito, era preciso acceder a él como respuesta a una
vocación. Lógicamente, me pregunté si este era el caso de mis padres, de cuyo matrimonio
guardaba un gran recuerdo y experimentaba los buenos frutos que había dado en mi vida.
Como es lógico, el esquema que propongo, nunca, y de tal forma, se lo plantearon. Pero
recordaba y ahora cuento, como había transcurrido su vida. La profesión de mi padre, jefe de
estación, le había permitido sustentar a la familia. No estaba satisfecho de ella. Desde pequeño
le escuché decirnos: antes torero que ferroviario (estos “artistas” en aquel tiempo, se
distinguían más por los riesgos de su oficio, que por lo que ganaban). Lo que sin duda les hizo
felices fueron los seis hijos que engendraron, de los cuales vivimos largamente cuatro. Lo
reconocí: su vocación era ser esposo y padre. Sus recuerdos del noviazgo que explicaba y el
amor e interés que nos profesaba, lo evidenciaba. Su afición era la historia: leída en manuales
y comprobada en monumentos. Su Fe cristiana era la estructura de su vida. Fue siempre fiel a
la oración y a la práctica sacramental. Murió acompañado de todos sus hijos y de todos sus
hermanos, esto fue un signo para mí. Recordé aquello de “donde hay caridad y amor, allí está
Dios…”.
Añado el ejemplo del científico Ramón Margalef. Su afición desde temprana edad, era la
biología. Me explicaba sus correrías para observar colonias de líquenes ya antes de cumplir 20
años. Llegado a la madurez, se dio cuenta de que aquel atractivo debía madurar seriamente. A
sus estudios de contabilidad, añadió los universitarios de ciencias. Se enamoró entonces de
una compañera de clase y se casaron. Cuando recibió un premio de categoría mundial, le
tributamos un homenaje. La gente joven le preguntó ¿cómo compaginas ser científico, esposo
y padre? Muy sencillo: durante la semana soy investigador y docente, sábado y domingo lo
dedico totalmente a la familia. Su Fe era como las varillas que se ocultan en una estructura de
hormigón: nos se aprecia exteriormente, pero dan consistencia. Nos encontrábamos en misa
cada domingo. Cuando se aproximaba el final de sus días, trataba de explicarme, desde su
visión de científico, lo que era el cuerpo, para que yo, sacerdote, mantuviera la esperanza en la
resurrección de la totalidad de la persona. Los últimos días, a mí y a los de su confianza, solo
nos pedía que rezásemos por él. Tal era su amor matrimonial, que su esposa que tanto le
quería y admiraba, apenada por su ausencia, murió antes de que pasara una semana.
Mientras ponía estos ejemplos admirables, pensaba que no podía ignorar el testimonio de
Gianna Beretta Molla, cuya festividad se celebra hoy. Fue consciente de la orientación cristiana
que debía dar a su vida. Pensó al principio en hacerse monja, pero descubrió que su vocación
era otra. Primero militante seglar en la A.C. luego médico, esposa y madre. Mujer ejemplar de
nuestra actualidad, el vestido que lucía en la estampa del día de su canonización, su sonrisa,
su testimonio radical, cristiano hasta en su heroica muerte, debe ser conocido. Imágenes de
clérigos insignes, monjes barbudos, religiosas con hábito y toca, que fueron fieles a un modo
de vida que no es el del común de los hijos de vecino, el conocimiento de su vida, no impacta y
atrae, como el de esta mujer de nuestro tiempo, que vivió de tal manera, que no necesitó ser
fundadora de ninguna institución religiosa, para que la Iglesia la haya inscrito en el catálogo de
los santos.