CARISMA, VOCACIÓN Y ESTADO V
Padre Pedrojosé Ynaraja
En dos sentidos. Me referiré en primer lugar al que descubrí yo en mí mismo. Fue
allá por la década de los sesenta del pasado siglo. En un mítico Citroen2CV, con una
tienda de campaña, saco de dormir, butano y algunos víveres, emprendimos viaje
a Roma. En una tal situación se goza de una libertad incomparable. Cruza uno un
territorio, se para al atardecer y planta la tienda en cualquier lugar al salir primero
de la autopista, de la carretera después y de un camino vecinal más tarde.
Desconoce uno a donde ha ido a parar, que ni siquiera le importa. Lo único es llegar
a Roma y rezar el Credo, junto a la tumba de San Pedro.
Habíamos parado algo después de las curiosas montañas blancas de Carrara.
Estaba solo, los demás dormían. Fui consciente entonces de que ni mi ministerio
sacerdotal, ni mis proyectos de subsistencia me interesaban. Durante aquellos
quince días me sentía peregrino. Ignorábamos donde podríamos dormir en Roma.
Por descontado que no sería ni en hotel ni en residencia. Lo importante era rodar,
acercarnos, descubrir, meditar, rezar. ¿Qué iba a encontrar en la Urbe?. La visita a
la tumba del que presidió la Iglesia en sus inicios, el recorrido por los lugares por
donde tantos cristianos valientes habían encontrado el martirio. Me parecía un
sueño. Fue en este momento cuando descubrí la vocación de peregrino. Una
vocación transitoria, pero autentica vocación cristiana. Me sentí atraído,
entusiasmado por mi situación. Culminamos felizmente nuestros deseos y añadimos
otra peregrinación que no teníamos prevista. Fuimos de vuelta a Asís. La
Porciúncula y la capilla del llanto, dejaron en mi mente un recuerdo que todavía es
acicate para mi vida. También descubrí otro valor: el de la acogida. Desde
proporcionarnos un campo de deportes para dormir, gratuitamente, por supuesto, a
recibir el regalo simbólico de monedas del Vaticano. Pensábamos que en aquellas
fechas el Papa viviría retirado, pero en Castel Gandolfo, salió a la ventana y saludó
a los que no habíamos podido hacer otra cosa que aproximarnos a su lugar de
descanso. Por allí estaba también Teresa de Calcuta, que al no gozar todavía de la
posterior fama, era más asequible y parlanchina. Retraté su sonrisa. Nuevo don e
inesperado.
Al llegar a casa todo parecía que continuaría igual. Pues, no. Concluida la vocación
peregrina, me di cuenta de que algo había cambiado, enriqueciendo, mi vocación
sacerdotal.
A esta experiencia contada, han seguido muchos descubrimientos. Me refiero a
vivencias de otros. Para algunos la vocación transitoria de peregrino les había
descubierto una nueva forma de santidad. Me acordé de de San Amaro, en Burgos,
que conocía desde la infancia. Del santo que atravesó Francia de Oeste a Este, en
busca de iluminación para su vida y la encontró, a quien han imitado otros. Leí más
tarde el encantador “Relatos de un peregrino ruso” que tanto a tantos nos ha
enriquecido.
Lamento que hoy en día a cualquier viaje de turismo religioso, se le llame
peregrinación. Lo lamento, porque ofuscan tanta riqueza espiritual de la que de otra
manera podrían gozar y enriquecerse.
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(Reflexión para leer mientras se contempla la pintura mural que representa a la
Santísima Trinidad situada en la iglesia de St James, en Urschalling. Es única. La
podréis ver sencillamente buscando en Google la palabra Urschalling (iglesia) como
hay diferentes presentaciones, cada uno puede escoger la entonación que más le
guste).
DIOS-PADRE
Su mirada es creativa, emprendedora, invita a proseguir en el tiempo un proyecto
surgido de su libre iniciativa, en la eternidad. Ilusionado y generoso, que lo es por
esencia, nos estimula a continuar su programa, colaborando como hijos de
adopción, no como esclavos, deseando que prospere y que triunfemos y seamos
felices.
DIOS-HIJO
Su mano es amiga, su palabra confidencial, entrañable su abrazo. Por Él todo lo
realizó DIOS-PADRE. Sus labios, los de DIOS-HIJO, pronunciaron sublimes
enseñanzas, saludables normas para vivir y convivir. Selló lo que predicó con su
testimonio radical. Se dejó crucificar, esta fue su firma y rúbrica. Por ello entró la
salvación en el mundo. Lo enterraron y con Él enterraron nuestras culpas. Resucitó
y en todo momento y lugar, se respira ya aroma de Esperanza, para quien quiera
percibirlo.
DIOS-PARÁCLITO
Es sonrisa femenina, amor, cariño y gozo. Todo Él es corazón, sensibilidad, ternura.
Si por su dama el legendario caballero emprendía valientes proyectos mientras su
interior hervía de emoción, de manera semejante, pero a lo grande, DIOS-
ESPÍRITU es caricia emocionada, que enternece el ánimo, aleja cobardías, invita a
arriesgarse con coraje. Reusar su invitación al Amor y a la aventura evangelizadora,
es destrozar la propia vida, fracaso personal, ausencia, vaciedad. Todo Él es
corazón, sensibilidad, ternura. ¿Quién se atreverá a desdeñar su amistad?
DIOS-PADRE-DIOS-HIJO-DIOS-PARÁCLITO,
DIFERENTES CADA UNO, TAN ÍNTIMAMENTE UNIDOS, QUE ERES DIOS ÚNICO.
POR ENIGMÁTICO QUE NOS RESULTE.
ERES EN TU MISTERIOSA UNIDAD DIVERSA,
ENTUSIASMO QUE ARREBATA.