CON AYUDA DEL VIENTO
Con los primeros fríos la cornisa se hace apenas un refugio.
Todo se vuelve una invitación a volar.
Ya sabe que el sol es inalcanzable.
Ya sabe que el único sol al que puede llegar es al que se encuentra en los
charquitos o en las gotas de rocío.
Por entre las nubes de la mañana cargadas de brumas el sol es apenas
tibio.
Luego de sus primeros trinos experimenta la necesidad de agitar sus alas.
Debe salir a buscar, como todos los días.
Su vida está marcada por la necesidad de buscar.
Repentinamente algunas de sus plumas, recién peinadas, se desacomodan.
Una brisa de viento se ha comenzado a levantar y la siente en sus plumas.
Se coloca de frente al viento.
Abre sus alas y………….
Parecería como que el viento lo arranca de su cornisa.
Apenas agita sus alas y ya vuela en altura.
El viento le hace trepar con velocidad.
Las cosas se van haciendo más pequeñas pero ve muchísimo más.
Apenas reconoce su cornisa puesto que la ve como parte de toda una serie
de edificios.
Ve árboles y espacios vacíos.
Ve calles y la costa.
Ve muchas cornisas más y descubre que la suya no es la única.
El viento le ayuda a trepar un poco más.
Son alturas a las que muy rara vez ha llegado.
Desde allí ve todo con una dimensión que hace que sus ojos se llenen de
lugares y colores.
Apenas necesita agitar sus alas para remontar un algo más.
Descubre que las nubes están colmadas de fina humedad que se adhiere a
sus plumas.
Descubre que por entre las nubes hay arco iris de diversos tamaños y en
muchos lugares.
Movido por el viento avanza por entre las nubes descubriendo que el sol
aparece y desaparece por entre ellas dejando estelas de luminosidad.
Ayudado por el viento trepa por la altura y tal hecho le hace sentir mucho
más que un pequeño gorrión.
En la altura solamente se siente un ave en vuelo.
Ya no importa que su lugar sea una simple cornisa.
Ya no importa que sus colores sean marrón, rojizo y negro.
Ya no importa que su canto sea muy limitado.
Ya no importa que su vida transcurra compartiendo espacios con los
humanos.
Allí arriba no hay hondas o gatos que hacen peligrar su vida.
Allí arriba no hay automóviles que le asusten con sus motores o bocinas.
Allí es nada más que una pequeña masa oscura de plumas conducida por el
viento.
Deberá volver a su lugar porque allí solamente hay cielo, sol, nubes y
viento.
Allí no puede alimentarse ni beber y necesita de ello para subsistir.
Cierra sus alas y…… el mismo viento que le ayudó a subir le haces
descender muy lentamente.
Poco a poco va perdiendo altura pero………..
Sabe que ayudado por el viento puede volver a esas nubes que deja atrás.
Sabe que puede tener una visión amplia de la ciudad.
Sabe que puede volver a llenar sus ojos de colores y lugares.
Sabe que puede hacer que sus ojos se colmen de la humedad de las nubes.
Sabe que puede disfrutar los haces de luz del sol.
Sabe que sabe que ayudado por el viento puede llegar muy alto.
Lo cotidiano de la alimentación y el agua adquieren, para él, un sentido
nuevo.
Son ayuda para que, dejándose ayudar por el viento volar muy alto.
Y, allá arriba, ya no es un pequeño gorrión sino un ave en osado vuelo y tal
cosa lo hace sentirse un realizado gorrión.
Padre Martín Ponce de León SDB