CARISMA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Después de tanto titular los escritos con esta palabra, me propongo hoy dedicarme a hablar de
su significado. La definición es sencilla: don recibido de Dios a favor de los demás. Dicho esto
hay que reconocer que el vocablo se utiliza en los medios cristianos para distinguir unos
movimientos o tendencias de actualidad, que, generalmente, se llaman de renovación
carismática, extendidos por muchos países y que, a diferencia de tantos otros que surgen hoy
en día, por lo que yo conozco, no tienen tendencia, ni apariencia sectaria. También se escucha
la palabra de labios de personas pertenecientes a órdenes o congregaciones religiosas, que la
pronuncian con un tono que suena a condecoración colectiva.
Vuelvo a repetir que es una dádiva divina, no para goce o enriquecimiento personal, sino para
servicio a otros. Continúo ahora poniendo dos ejemplos muy dispares y sin relación entre ellos.
En primer lugar la parábola de los talentos y la de las minas. Digo y repito con frecuencia, que
su enseñanza implica la mayor exigencia de la vida cristiana. Que no son ni criterios respecto a
sexualidad, matrimonio o propiedad etc. Si al final de nuestros días se nos examinará de Amor,
exigirá esta prueba, un balance de lo recibido y lo otorgado.
He acudido poco al cine. Por dificultades económicas antiguamente, por inconvenientes
tácticos en la actualidad. Pero no me he perdido algunos films importantes. Recuerdo la
película del neorrealismo italiano “La strada” y en especial una escena. Está la protagonista (en
la vida real Giulietta Masina) escuchando que le dicen que todo el mundo sirve para algo y le
van poniendo ejemplos. La deliciosa mujer, la que le toca proclamar diariamente “ha llegado
Zampanó”, escucha atentamente, pero interrumpe la explicación y tomando en sus manos un
pedrusco, pregunta ¿y esta piedra para qué sirve?. Creo que así acababa la secuencia.
Quienes no nos hemos enrolado en alguno de los aludidos grupos, que también reciben el
nombre de carismáticos, ni pertenecemos a una congregación religiosa específica ¿nos
debemos considerar carentes de carismas?. Todos hemos recibido cualidades del Señor de las
que espera que logremos rendir para el Reino. En algunos casos resulta clarísimo, ejemplo
evidente son las facilidades musicales, que puestas en práctica se convierten en himnos útiles
para asambleas cristianas. Pienso ahora en los autores de “Victoria, tu reinarás”, de “Pescador
de hombres”, de tantos cánones salidos de Taizé, o de melodías para los salmos de Gelineau.
Tenían facilidades para componer y fueron fieles a su carisma. ¡a cuántos millones de personas
nos han servido para orar fervorosamente!. Si es evidente la utilidad de estos carismas, es lícito
preguntarse ¿y yo, para que sirvo?