El sentido del dolor
La lección de un orfebre
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Una de las realidades más difíciles de comprender y aceptar es la
del sufrimiento. La Iglesia, contando con el tesoro de la Revelación,
logra descifrar el misterio que guarda.
El Papa Pablo VI dirigía unas palabras al hombre contemporáneo,
“frecuentemente atormentado entre la angustia y la esperanza,
postrado por la sensación de su limitación y asaltado por aspiraciones
sin límite” y lo invitaba a contemplar a la Virgen, pues en Ella ya se ha
llevado la obra de la Redención, Ella ha vencido y nos ofrece una visión
serena y una palabra tranquilizadora. Ella nos muestra “la victoria de la
esperanza sobre la angustia, de la comunión sobre la soledad, de la
paz sobre la turbación, de la alegría y de la belleza sobre el tedio y la
náusea… de la vida sobre la muerte” (Exhortación apostólica Marialis
cultus, n. 57)
Pero esa victoria pasó antes por la Cruz. Dios permitió que la
Virgen María estuviera acompañando a su Hijo en la Cruz, en el
momento del ofrecimiento de su vida, uniéndose a la voluntad del
Padre. Por ello, su sufrimiento, y el de todos los que sufren, tienen un
gran valor, un valor redentor.
2) Para pensar
Había un grupo de mujeres que se reunían cada semana para
estudiar la Sagrada Escritura. En una ocasión leían a Malaquías en
donde dice: «Y Él se sentará como fundidor y purificador de plata»
(Mal 3,3).
Les intrigó en gran manera lo que podría significar aquello
respecto al modo de actuar de Dios. Así que una de ellas se ofreció
para investigar el proceso de la purificación de la plata.
Esa semana, arregló una cita con el orfebre para ver su trabajo.
No le mencionó detalles acerca de la verdadera razón de su visita, solo
le contó que tenía curiosidad y quería saber cómo se purifica la plata.
Mientras observaba al orfebre sostener una pieza de plata sobre
el fuego dejándolo calentar intensamente, él le explicó que para refinar
la plata debía sostenerla en medio del fuego, donde las llamas arden
con más fuerza, y así sacar las impurezas.
En ese momento ella imaginó a Dios que nos sostiene en un
lugar así de caliente, que es el dolor. Y recordó el versículo: «Y Él se
sentará como fundidor y purificador de plata».
Le preguntó al platero si era cierto que debía permanecer
sentado frente al fuego durante todo el tiempo que la plata era
refinada. El orfebre respondió: “Sí, por supuesto. No sólo debo estar
aquí sentado sosteniendo la plata, también debo mantener mis ojos
fijamente en ella durante el tiempo que está en el fuego. Si la plata
quedara en el fuego un instante más de lo necesario, sería destruida”.
Después de un momento de silencio, la mujer preguntó: “¿Cómo
sabe cuándo está completamente refinada?” El orfebre sonrió y le
respondió: “Ah... es muy fácil: Cuando puedo ver mi imagen reflejada
en ella”.
La señora comprendió las palabras de la Biblia: Dios permite el
dolor porque es a través de él que nos purificamos de nuestras faltas
hasta lograr mostrar la imagen de su Hijo, de Cristo.
3) Para vivir
Benedicto XVI, invitaba a tratar a los enfermos como a otro
Cristo: En el rostro de cada ser humano, sobre todo en el que está
probado y desfigurado por la enfermedad, brilla el rostro de Cristo, el
cual dijo: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más
pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).
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