UN LARGO MOMENTO
Voy a redactar este artículo en primera persona aunque sepa no es lo
correcto.
No es lo correcto puesto que no dejo de saber muchas otras personas
estaban en lo mismo que yo.
Por disponer de más tiempo para ello, tal vez, he sido la cara visible de una
realidad de muchos únicamente.
Ayer, como siempre que disponía de un poco de tiempo, fui a visitarle al
hospital.
Lo primero que me dijo fue que la doctora le había comunicado que le daría
el alta.
Esperé un instante a la doctora y hablé con ella.
Debía solicitarle un poco más de tiempo.
Ese día, según me habían dicho, se reunía la comisión del Hogar y allí
tratarían la posibilidad de su ingreso.
Temprano del día siguiente fui hasta el Hogar para enterarme de lo que se
había resuelto y me entero que se había decidido no realizar la reunión por
razones más que entendibles.
“Voy a llamar y consultar lo que se puede hacer”
Tom el teléfono, comenz a marcar los números y…….. “No puedo llamar a
esta hora”.
Un trozo de desánimo cayó sobre mí.
Ya tenía el alta del hospital, no había una resolución del Hogar ¿Qué podía
hacer?
“Vamos a hacer así, usted tráigalo esta tarde a que lo vea la doctora y lo
ingresamos a prueba por treinta días”
Un golpe de esperanza volvió a mí.
Un grito de gratitud nació en mí.
Voy hasta el hospital.
Me encuentro con uno de los enfermeros y le pregunto si sabe si ya tiene
decidido el alta.
Me mira, se sonríe y, señalando un lugar en el pasillo, me indica que esa
que está allí es la doctora.
Junto al carrito donde lleva sus papeles cuando hace las rondas se
encontraba la doctora.
Llego hasta ella, la saludo y le pregunto si ya está de alta.
Vamos hasta donde está ubicado.
Él dormía. La doctora lo despierta y le dice que se vaya aprontando que yo
ya había ido a buscarlo.
Le informo que en un rato volvería a buscarlo.
Pregunto si me prestará un silla de ruedas para poder acercarlo hasta el
auto. “Por supuesto”
Por las dudas le pido una mano a M. que, sin dudarlo, se sube al auto para
ayudarme si es necesario.
Sé que ha de ser necesario puesto que el intentar pararse hace que todo su
cuerpo se ponga rígido.
Quizás es producto de sus muchos meses acostado.
Lo arrimo hasta el coche y con la ayuda de M. logramos ubicarlo.
M. se ofrece a devolver la silla mientras yo me voy a la parroquia.
Al llegar el grupo de “las cocineras” aplauden su arribo.
Él esboza una sonrisa y comienza una serie de saludos.
Lo sentamos en una silla y lo alzamos para poder trasladarlo hasta el
interior del salón.
Su dificultad para caminar me hace dudar de que sea aceptado en el Hogar.
Pidió para poder ir hasta el baño. Le ayudaron a llegar y luego lo limpiaron
solidariamente.
Después de la comida debíamos llevarlo al encuentro de la doctora que
habría de determinar la posibilidad de su ingreso.
Durante el viaje slo se me ocurría una súplica: “¡Que sea aceptado, Seor,
de lo contrario qué debo hacer con él!”
Un grupo de ancianos esperaban ser atendidos por la doctora.
No dieron el primer lugar. La doctora salió al pasillo y les dijo a sus
pacientes: “Vayan a tomar la leche y luego vengan porque yo voy a
demorar un poco”
Después de una larga conversación y una serie de preguntas mi sensación
era de que no ingresaba. Sabía que los ingresos deben valerse por sí
mismos y él necesitaba de ayudas para poder valerse.
La encargada de la tarde expres un “Voy a hacer una llamada para
consultar” Al rato vuelve para decirle a la doctora que quieren hablar con
ella.
Allí mi sensación se aumentó hasta el extremo.
“Bueno, lo vamos a ingresar a prueba por treinta días”.
A partir de allí todo se hizo la necesidad de un largo momento para
agradecer.
A Dios que había solucionado la situación.
A Victoria por su generosa delicadeza siempre dispuesta a dar una mano y
solucionar dificultades.
A Ma. Teresa y Sofía que permitían su ingreso. A Julieta que permitió se
abriese la puerta. A Elsa que acercó la situación al Hogar.
A todos quienes habían brindado una mano en busca de una solución.
Al cerrar el día solamente se me ocurría continuar esbozando un prolongado
GRACIAS.
Padre Martín Ponce de León SDB