¿CRISIS MATRIMONIAL O CRISIS EXISTENCIAL?
¿VALORES DADOS VUELTA O VUELTA A LOS VALORES?
El matrimonio como todas las instituciones sociales atraviesa una gran crisis.
Esto no es noticia, no tiene gusto a novedad, ni sabe a exclusivo. Simplemente
pretendo echar una mirada sobre un aspecto que quizás se relaciona con la crisis y el
desencanto generacional, con la mayoría de los aspectos vinculados al “ser” y “el
hacer” en la posmodernidad. No se trata de entender la situación matrimonial como
obsoleta o presentar un cambio en el seno de esta forma de vida. La situación
existencial del hombre en busca de la felicidad y de un sentido encierra un gran
abanico de posibilidades que quizás el matrimonio empobrezca o entorpezca de
acuerdo a los valores de hoy. Sin querer definir o describir el matrimonio como una
traba para la realización o un encerrado sistema, podríamos entender que desde la
perspectiva del hombre y la mujer en estos tiempos el replanteo existencial ante la
posibilidad de formar una pareja unida en matrimonio, exige una decisión pensada y
tomada con mucha responsabilidad.
Ante la decisión fundamental de unirse en matrimonio la persona sabe que
muere en parte a algo para nacer en una nueva vida de proyectos comunes. La
decisión de unirse en matrimonio exige la renuncia a una cómoda vida solitaria para
iniciar una vida común en base al amor. El matrimonio cristiano además supone y
exige la fe de ambos. Cuando no haya pasión, cuando se apague el cariño y se termine
la novedad del “otro”, todo se sostendrá por la fe en Dios y en el “otro”. Sería muy
difícil mantener un matrimonio y una familia basada en Cristo sin la autentica vida de
fe. Como dice el Ritual del Matrimonio: «Casarse por la Iglesia… es una auténtica
confesión de fe ante la comunidad cristiana reunida, que exige de los novios una
madurez en la misma fe» (RM 11, n.° 21).
Ante el planteo del comienzo, la crisis del matrimonio en realidad es la
crisis existencial del hombre y la mujer de hoy. Ante esta constatación las instituciones
que en una época dieron respuestas al “deber ser” hoy ya se encuentran en franca
retirada. No es que el matrimonio haya perdido valor sino que exige valor para vivirlo y
sostenerlo en el tiempo. La incertidumbre de valores, de creencias y de costumbres
hoy pone en duda aquellos ideales que en otro momento fueron permanentes. La
rebeldía del hombre de hoy no tiene ideales claros, sino espejismos, no sueña con un
mundo mejor, sino con abandonar lo permanente porque parece demasiado pesado.
No es tiempo de “moralinas” o consejos que cierren al gusto del consumidor, se trata
de entender que la crisis puede ser base de una nueva construcción. Como dice el
Catecismo el matrimonio es “un consorcio permanente entre un hombre y una mujer,
ordenado al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos” (CIC
1055.1096) Esto supone renuncias, entrega, paciencia y madurez. La vida de los
padres se realiza en la crianza, cuidado, educación de los hijos y en la unidad
matrimonial. La vida profesional corre paralela al cotidiano familiar pero ni una ni otra
pueden ser invadidas aunque haya momentos donde se puede dedicar más a una que
a otra. Es así, la vida matrimonial exige renuncias en orden a la construcción de una
vida en común. No soporta el mezquino provecho, ni la ganancia individual sino que
prospera en la vida de encuentro y proyecto común.
El matrimonio es renuncia pero también es ganancia: en hijos, alegría,
compañía. Es paciencia, pero además es recompensa en ternura, cariño, seguridad. El
matrimonio es rutina, pero en el tiempo es novedad y es crecimiento. La idea de seguir
viviendo como los solteros en el matrimonio está equivocada. No se puede pensar en
una vida libre mientras la familia espera en el hogar. Ese mundo profesional o de
estudio que se dibuja personalmente en detrimento de la vida de pareja y familiar,
acelera el fin. Tanto una madre que se dedica demasiado a sus hijos y así descuida a
su marido, como un esposo absorbido por un oficio o profesión hacen merito para la
destrucción primero de la intimidad matrimonial y luego de la familia. El varón es
esposo “y” padre, no esposo “o” padre. La mujer es esposa “y” madre, no es madre
“o” esposa. Ambos roles y perfiles coexisten, ninguno debe tragar al otro.
La vida del amor en pareja es una gracia de Dios que quiso que la familia
humana se inicie en un encuentro íntimo y placentero. El Catecismo de la Iglesia
Católica entiende que los fines del matrimonio son de orden unitivo (unión íntima
sexual, genitalidad, erotismo, amistad conyugal, ayuda mutua, entrega incondicional
espiritual, psicológica, afectiva y física) y pro creativo (frutos de la unión y del amor
estable, es el hijo (CEC 1641.1660.1664.2201. CIC 1055.1096. LG 11.41). La
recreación y la novedad del matrimonio no son responsabilidad de algún factor
externo, sino son exclusiva responsabilidad de los esposos. Cuando uno de los esposos
pierde el sentido por lo nuevo, lo recreativo, lo lúdico, los pequeños gestos, las
delicadezas cotidianas entonces se hace cargo de la muerte lenta o un deterioro
irreparable.
Si uno de los dos entiende que su propia vida es mas importante que el
matrimonio, entonces estamos ante una crisis que puede traer duras consecuencias. El
matrimonio es posible porque ambos mueren a algo propio para ganar mucho en
asociación. Dejando de lado feminismos y machismos, el matrimonio es un acuerdo de
voluntades, en el se encarnan las aspiraciones mas profundas del hombre y la mujer
de convivir solidariamente. Aunque no se pueden exigir perfiles maternos a los padres
y funciones paternas a las madres. Cada cosa en su lugar funciona bien, y estimulado
mucho mejor. Con el calor de vida de pareja se enciende el clima de familia y los hijos
crecen en el ámbito afectivo sano y edificante. El matrimonio cristiano es un
sacramento, es decir un signo visible, sensible: dos seres humanos que se aman. Es
eficaz: la formación de una familia. La gracia de Dios actúa plenificando la pareja y
asistiendo la generación de los hijos. No hay nada más maravilloso que el comienzo de
la vida a la luz y calor del amor de pareja. Recrear, renovar y disfrutar de la maravilla
del matrimonio es reconocer en el otro ese mismo amor de Dios que nos ama.
Hno. German Diaz
germansdb@hotmail.com