“Caritas in veritates”
LA UTOPIA DEL DESARROLLO
Somos muy concientes de que el mundo en verdad se ha desarrollado y mucho.
Somos en general participantes y consumidores activos del desarrollo de las
tecnologías, de las ciudades, de los grandes centros de compras y de muchas otras
cosas más. Es verdad también que el desarrollo en el mundo ha creado a su vez más y
más exclusión, porque si bien hay más desarrollo global también hay más pobreza y
condiciones de vida indigna en muchos otros sectores. Basta con recorrer la ciudad
para encontrarse con estados de vida que no superan, al contrario son inferiores, a las
condiciones sociales de hace 2000 años atrás. No solo que la pobreza vive hacinada en
la basura sino que también han regresado airosas, las enfermedades que se creían
desterradas por el supuesto desarrollo de las condiciones de vida: el cólera, la fiebre
amarilla, el dengue.
Por esto y otros planteos Benedicto XVI en su nueva Encíclica “Caritas in
veritates” expone: “…nos preguntamos hasta qué punto se han cumplido las
expectativas de Pablo VI siguiendo el modelo de desarrollo que se ha adoptado en las
últimas décadas”1 En este contexto es muy difícil pensar el desarrollo social en
términos de mejores condiciones de vida. Es verdad, unos pocos y cada vez en menor
escala pueden acceder a las mejores situaciones de salud, higiene, vivienda,
alimentación incluso seguridad y justicia. Pero hay más de mil millones de personas
pobres en el mundo y las estadísticas prometen que la cifra seguirá subiendo. En esto
Benedicto comprende que “El desarrollo económico que Pablo VI deseaba era el que
produjera un crecimiento real, extensible a todos y concretamente sostenible” 2
Muchas utopías unidas a ideologías prometieron la solución definitiva de los
problemas del mundo moderno pero no lo hicieron. Para esa realidad de
incumplimiento político-ideológico el Papa sugiere que “Esto debería llevar a liberarse
de las ideologías, que con frecuencia simplifican de manera artificiosa la realidad, y a
examinar con objetividad la dimensión humana de los problemas”3
Ante una realidad cada vez más común y conocida de un desarrollo desigual y
con vocación de discriminación social global, el Papa entiende que “La riqueza mundial
crece en términos absolutos, pero aumentan también las desigualdades. En los países
ricos, nuevas categorías sociales se empobrecen y nacen nuevas pobrezas. En las
zonas más pobres, algunos grupos gozan de un tipo de superdesarrollo derrochador y
consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria
deshumanizadora. Se sigue produciendo « el escándalo de las disparidades hirientes ᄏ”
4
Hablar de desarrollo en América Latina, Asia o en el África significa aceptar la
paradoja de la riqueza junto al hambre, por eso Benedicto XVI entiende que: “El
desarrollo necesita ser ante todo auténtico e integral. El salir del atraso económico,
algo en sí mismo positivo, no soluciona la problemática compleja de la promoción del
hombre, ni en los países protagonistas de estos adelantos, ni en los países
económicamente ya desarrollados, ni en los que todavía son pobres, los cuales pueden
sufrir, además de antiguas formas de explotación, las consecuencias negativas que se
derivan de un crecimiento marcado por desviaciones y desequilibrios”5 Pensar que la
pobreza es un fenómeno aislado, es muy ingenuo, porque va unida a la delincuencia,
la inseguridad, la baja educación y la lista sigue. Es tremendo pensar que millones de
personas pobres en nuestro país y en otros viven a expensas de la violencia de las
calles y prácticamente en la intemperie de la desprotección. ¿Quiénes están
protegidos? Los que pueden pagar seguridad privada, los que pueden viajar en autos
por carreteras modernas, los que pueden cenar y divertirse en carísimos "shoppings" y
centros de entretenimiento. Pero existe un ejército gigantesco de pobres que siguen
caminando por calles oscuras, viajando en transportes públicos incómodos y sucios,
comiendo alimentos baratos de mercados faltos de higiene. Los pobres siguen
movilizándose en rutas angostas y peligrosas mientras los altos funcionarios viajan en
comodísimos aviones estatales a descansar los fines de semana. Y ya son 50.000 los
muertos en lo que va del año en rutas argentinas. Si los descansos de nuestros
gobernantes por lo menos fueran a pocos kilómetros de sus lugares de trabajo con el
ahorro ya tendríamos autopistas seguras en todo el país y no solo hacia Buenos Aires.
No es ajeno a nuestro conocimiento el gran proceso de afincamiento en las
grandes ciudades para buscar trabajo y terminar juntando cartones. No hace falta ser
antropólogo o investigador para verlos recorriendo la ciudad. Es lo que apunta
Benedicto al expresar que“…cuando la incertidumbre sobre las condiciones de trabajo a
causa de la movilidad y la desregulación se hace endémica, surgen formas de
inestabilidad psicológica, de dificultad para crear caminos propios coherentes en la
vida, incluido el del matrimonio”6 Ilustra ejemplarmente el conflicto de nuestro país
con el campo hace mas de un año que va secando lentamente los pueblos agrícolas
que ya no recuerdan una plaga peor que la política.
El sueño de un mundo mejor aún no es posible y las practicas políticas
nacionales e internacionales no alientan demasiados cambios, por eso el Papa admite
que “En muchos países pobres persiste, y amenaza con acentuarse, la extrema
inseguridad de vida a causa de la falta de alimentación: el hambre causa todavía
muchas víctimas entre tantos Lazaros a los que no se les consiente sentarse a la mesa
del rico epulón, como en cambio Pablo VI deseaba.[64] Dar de comer a los
hambrientos (Cf. MT 25,35.37.42) es un imperativo ético para la Iglesia universal, que
responde a las enseñanzas de su Fundador, el Señor Jesús, sobre la solidaridad y el
compartir. Además, en la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha
convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la
estabilidad del plan” C. in V. 27 Hoy no se puede concebir que falte el alimento en
muchas mesas, incluso que falten mesas y hasta que este ausente la familia. Pero la
falta del alimento a los niños es un pecado social grave. No es coherente que un
gobierno hable de justicia o redistribución cuando en un país rico como el nuestro aún
existen niños que mueren de hambre. No es coherente que se empleen millones de
dólares y euros en armamentos, en seguridad y sigan sosteniendo algunos
anticlericales de la última hora que vendiendo el museo del Vaticano se calmará el
hambre en África. No es sustentable hablar de crisis financiera y de problemas
económicos por las caídas de las bolsas, y de reseción cuando los indigentes son cada
vez mas pobres aún cuando exista una excelente recaudación financiera o “Wall street”
funcione aceitadamente. Los pobres seguirán excluidos y tirados a la basura aunque
los presidentes sigan enriqueciéndose hasta en un 160 %. Los pobres seguirán
excluidos porque el problema del mundo no es de riqueza sino de egoísmo.
No hay seriedad, ni compromiso para solucionar el problema de la pobreza en el
mundo. Acabar con el hambre en el mundo podría ser una política mundial si no fuera
porque los millonarios y sus testaferros siguen seguros en sus anchos autos con la
mente polarizada en sus ganancias y mentiras en sus discursos cada vez mas alejados
de la realidad y prestos a escapar cuando sea necesario hacia paraísos fiscales. El
tema del desarrollo solo produjo mas pobres y sus efectos son cada vez más
devastadores. No necesitamos que piensen que hay pobreza o que hablen de ella, solo
que salgan a la calle y vean.
German C. Diaz
germansdb@hotmail.com
1 C.in.v 21
2 C.in.v 21
3 C.in.v 22
4 C.in.v 22
5 C.in.v 23
6 C. in V. 25