Vida ética y antropología filosófica
P. Fernando Pascual
8-6-2013
Ha sido un reto del pasado, lo es en el presente y lo será en el futuro: enseñar a vivir éticamente.
Todos los pueblos y culturas establecen reglas y normas para la conducta. Muchas de ellas se
refieren a la vida social y permiten la convivencia entre los miembros del grupo. Otras van más a
fondo: además de normas externas (siempre importantes) miran a orientar las actitudes interiores y
los actos que podemos considerar “privados”.
Observamos, sin embargo, una enorme diversidad entre las enseñanzas éticas que se transmiten en
un pueblo o en otro, en el pasado o en el presente. Surge, entonces, la pregunta: ¿es posible
establecer criterios para distinguir entre códigos éticos mejores y códigos éticos peores?
Pensemos, por ejemplo, en una cultura que discrimine a la mujer. Casi de modo espontáneo surge la
reacción: esa cultura enseña normas equivocadas. Pero, ¿lo decimos simplemente porque somos de
una cultura diferente, o porque creemos de verdad que existen normas mejores para defender la
dignidad de la mujer?
Recurrir a los gustos de cada grupo llevaría a un callejón sin salida, donde un grupo descalificaría al
otro, lo cual haría imposible un diálogo serio y un razonamiento profundo para llegar a verdades en
el mundo de la ética. Hay que emprender, por lo tanto, una búsqueda de los principios. Pero, ¿dónde
encontrarlos?
Una pista para la respuesta viene desde la filosofía: la ética no puede ser algo condicionado
culturalmente porque entonces se convertiría en sociología y en historia, y porque llegaría a
considerar como correctas normas y leyes que van claramente contra la dignidad humana.
Al contrario, la ética necesita encontrar un fundamento adecuado, que exige la elaboración de un
estudio filosófico sobre el hombre. Algunos lo llaman antropología, si bien ese término cuenta con
otras acepciones que no permiten entender exactamente de qué se trata.
Para decirlo de modo sencillo, una filosofía sobre el hombre será aquella que permita dilucidar si el
ser humano tenga alguna característica específica, si su estructura constitutiva dé pistas sobre cómo
deba comportarse, y si la vida ética tenga importancia para conseguir una buena realización
personal y social.
Construir tal filosofía antropológica no es fácil, por la divergencia de algunas teorías y estudios
sobre el hombre, que van desde el materialismo más radical hasta un espiritualismo desenfocado
que conduce al dualismo. El hecho de la diferencia de opiniones no suprime la necesidad de buscar
un camino hacia la verdad, sobre todo en un tema de tanta transcendencia.
Por eso, la elaboración de un proyecto para la educación ética exige responder a una de las
preguntas más fundamentales de la filosofía de todos los tiempos: ¿qué es el hombre?