LA GRANADA-8v-
Padre Pedrojosé Ynaraja
Las primeras veces que vi modernas plantaciones de árboles, muy bien alineados
para aprovechar al máximo la luz del sol, acertadamente alineados, podados y
separados paralelamente para que pudiese pasar el tractor y resultase fácil
cosechar sus frutos, sentí asombro. Más tarde, y aun ahora, tengo la sensación de
que son plantas cautivas, como me ocurre con las granjas de gallinas ponedoras,
me dan pena. Ignoro si con los granados sucede algo semejante, yo nunca lo he
visto. Por su follaje, sus disimuladas espinas y sus troncos de tenaz madera, siento
mucha admiración. Otra cosa, y más loable, son las flores y los frutos, que de estos
precisamente habla el Cantar. Recuerdo que en mi niñez la granada era un
alimento exótico. Agradable de gusto, pero molesta al tener que desgranarla si
quería eliminar el sabor amargo de la piel que separa las pequeñas celditas que
albergan diminutas semillas empapadas en sabroso jugo.
La primera vez que fui consciente de su singular belleza fue en Ain-Karen. Éramos
huéspedes de los franciscanos, que aquel año no podían preocuparse de la
vegetación del claustro. Nos dijeron que podíamos comer cuanto quisiéramos. Al ir
a escogerlas, me di cuenta de la belleza de la piel de las granadas, que semejaba
terso y bello guadamecí. Algunos frutos reventaban de maduros y sus entrañas
rojizas, eran hermosas sin parangón. No tenían gran altura. Posteriormente he visto
algunos ejemplares soberbios de talle y talla. En este momento recuerdo un
ejemplar junto a la “tumba del jardín” en Jerusalén y otro enorme en Bet-Shean,
que nunca olvidaré.
Muy al contrario de lo que he contado son las vistas a los pies del Gebel Musa, en el
desierto del Sinaí. Son pequeños arbolitos con graciosos frutos. Si su piel no tiene
la elegancia de las que hablaba anteriormente, su bello cáliz que conservan seco es
un primor. Las primeras eran bellas, estas graciosas, semejantes sí, pero de
diferente apreciación estética. Al contemplarlas tengo la misma sensación que
cuando me mira un niño, sus ojazos nos asombran, así ocurre con la corona de las
granaditas. Posteriormente he visto ejemplares semejantes, adornando jardines
familiares.
Pese a que se cultive ahora en diversos lugares, es una fruta muy peculiar de la
cuenca mediterránea. En el caso concreto de Armenia, es su más preciado fruto,
especialmente en algunos de sus valles. Se la admira tanto, que, según antiguas
tradiciones del país, se considera que el fruto prohibido del Paraíso, fue una
granada.
Mientras redactaba, he querido asegurarme. He preguntado en un acreditado Hiper
si tenían granadas, me han contestado que es fruta exclusiva de la temporada
otoñal. He sentido una cierta satisfacción: todavía no debe ser producto
esclavizado.
En la Biblia se la cita 26 veces. En unas ocasiones son adornos de bronce que
coronan columnas del Templo, en otros, cenefas que rematan ornamentos
sacerdotales, seguramente imitando a las pequeñas de las que hablaba había visto
en el desierto. En relatos proféticos se refieren a ellas como muestras de riqueza o
de don sagrado.
Me limitaré al texto del Cantar. Al describir a la amada, en dos ocasiones se dice
que sus mejillas semejan cortes, mitades, de granada. Comentaba en otro lugar la
desagradable sensación que siento al ver un rostro femenino, maquillado con tonos
fríos, azulados. Añado ahora que por el contrario, nada hay tan fascinante como los
pómulos sonrosados. Si una chiquilla te mira sonriendo, te contagia su alegría que
penetra hasta lo más íntimo. Si alguna tal me lee, quisiera que supiese que ofrecer
la simple mirada sonriente a una persona acongojada, aburrida o deprimida, es un
inmenso regalo, que aliviará penas.
Del seno de la amada dice algo semejante, pese a que no esté claro que significa
exactamente la palabra del texto original.
Si muchas novelas sitúan momentos románticos de emocionadas confidencias bajo
tilos, de suave fragancia, la apasionada amada, invita a su enamorado a ir al
campo, esperando que las deslumbrantes flores rojas de los granados le
entusiasmen y allí entregarle su amor.
Otro ingrediente del que se quiere servir es del jugo de las granadas, que ella
promete servirle en la casa materna. Quiero advertir que en el Israel de hoy, se
encuentra en las tiendas, envasado en tetra brik, la tal bebida, y confieso que su
calidad no difiere demasiado del refresco que yo me he preparado en cas algunas
veces. Advierto al lector que no debe hacer demasiado caso de estas apreciaciones
mías, con las granadas y su derivado no puedo ser imparcial. Mi imaginación
interviene triunfando sobre cualquier sensación organoléptica.