JMJ DE RIO DE JANEIRO –ANÉCDOTAS
Padre Pedrojosé Ynaraja
He dejado de escribir sobre los animales y plantas en el Cantar de los Cantares
durante este enigmático mes de agosto, lo continuaré, si Dios quiere, cuando
acabe.
He seguido con cierta envidia las pasadas JMJ. Las he seguido por Televisión, por
supuesto. Quisiera señalar algún aspecto, tal vez anecdótico, pero que por serlo, ha
podido pasarse de largo. He esperado a redactar hasta que pudiera añadir noticias
directas de algún asistente a las jornadas.
Como me ocurrió en la visita de Benedicto XVI a Cuba, también en este caso, he
admirado la liturgia correctamente celebrada. No era interpretación pura de unos
gestos, al estilo del ritualismo que reinó en otras épocas. Ni tampoco el libertinaje
posterior y lamentable de lo que por aquí jocosamente se ha llamado “cumbayá”,
puro recuerdo ya y hueco de contenidos y resultados serios. No era espectáculo,
era adoración seria y devota. Deseo destacar dos hechos asombrosos de la oración
del sábado. En primer lugar, el silencio. Conseguir decenas de millares que
aplaudan, griten o silben, en el estadio o explanada de turno, es cosa a la que ya
estamos acostumbrados. Pero que dos millones y medio permanezcan en silencio, a
eso no lo estamos. Se lo pregunté a mi amigo, pensaba que podían haber tapado el
micrófono, suprimiendo cualquier sonido y así simular el sigilo. Me aseguró que él
estaba al final de la cola que se formaba en la playa, que no podía distinguir ni
siquiera al Papa, pero que daba fe del silencio absoluto de los asistentes. Otro
detalle. No se cantó el “Tantum ergo Sacramentum…” gregoriano, como es
habitual. Se interpretó un himno en lengua portuguesa y melodía moderna. Ahora
bien, los intérpretes, lo hacían dirigido su cuerpo y su mirada a la Custodia y, tanto
quien cantaba como el que acompañaba con la guitarra, lo hacían de rodillas. No
podía en aquel momento dejar de pensar en cantautores que no paran, se mueven
frenéticamente, acompañados con gestos obscenos y frecuentemente con caras de
simulado y agresivo enfado. Ciertamente que se trata de diferentes circunstancias e
intenciones, pero la postura de adoración y seriedad, me volvió a recordar al ya
mencionado y desacreditado estilo “cumbayá”.
No ignoro que jornadas mundiales celebradas en un único lugar, suponen para
algunos costosos y penosos desplazamientos. Escribo lo segundo pensando en los
que según noticias necesitaron 70 horas de Bus para llegar, mi amigo me dice que
desde Buenos Aires, suponía dos días de encerrona en el autocar. A aquellos que
debían desplazarse desde otro continente, se les exigían gastos mayores, pero la
amalgama de procedencias y estilos muy diversos, expresaba la riqueza de la Fe
cristiana. Por las tierras donde yo escribo acostumbran a exhibir y exigir
protagonismo ciertos movimientos que se creen únicos. Si el Obispo de Roma ha
dicho recientemente que lo importante no es el Papa, sino la Iglesia, con mucho
más rigor deberían convencerse, de que no se trata de conseguir adeptos de su
organización, por numerosa que sea, sino de trasmitir el evangelio.