¡ALERTA! PAPA FRANCISCO
Padre Pedrojosé Ynaraja
Advierto que es un chiste malo. Se contaba por aquellos años que gobernaba cierto
personaje problemáticamente llegado al poder y exaltado por la plebe adicta, que
encontraron a un chaval que repetidamente añadía a su nombre ¡arriba! ¡arriba!
¡arriba!. Evidentemente le preguntaron ¿por qué tanto, arriba?. Maliciosamente,
contestó: porque cuanto más suba, más daño se hará al caer.
Lo he recordado cuando me preguntaban que me parecía el nuevo Papa. Por
adelantado afirmo que me encanta su proceder y, perdóneseme la inmodestia, un
monje de Montserrat, escribía en un diario de la Comunidad Valenciana, que al leer
su primera encíclica, se había acordado de lo que yo escribía en un libro publicado
hace años. ¡figúrese el lector, mi satisfacción!. Pero he advertido también que me
temía que a la campaña de exaltación muy bien orquestada, le siguiera otra
semejante, pero de signo contrario, es decir lo desacreditara. Y no hay cosa peor
para un alma devota, fiel e ingenua, que la decepción. En este asunto temo a los
medios, a determinados medios. Él mismo les manifestaba con humor a los
periodistas que le acompañaban que entre ellos se sentía como Daniel en el foso de
los leones. Con el mismo humor les confió que no eran tan fieros como se decía.
Observo que se multiplican “cartas abiertas” que solicitan, aconsejan o le exigen,
los cambios que debe efectuar. Parece que la salvación histórica de la Iglesia, se
logrará reconociendo el divorcio, mostrándose de acuerdo con la excelencia de la
homosexualidad, permitido el aborto y el matrimonio de los sacerdotes. A muchos
les parece que estas son las urgencias más apremiantes. No importa que se haya
olvidado la mística del estado matrimonial y en consecuencia dejen de nacer hijos,
futuros santos, o se pierda la responsabilidad ante la pobreza del Tercer Mundo.
La raíz del mal está en la Curia Vaticana, se dice. Pero a mí, más que esta, me
duelen otras curias de inferior rango. Lo plantearé de otra manera. ¿a qué párroco,
a qué arcipreste, a qué vicario general, a qué obispo o a qué abad, le gustaría que
le asignasen un “súbdito” que se comportase como lo hace el Papa Francisco?. Con
seguridad le tacharían de excesivamente original, de hueso dislocado del sistema,
que, no se olvide, perdurará hasta el fin de los tiempos.
Roma está muy lejos, lo que puede ayudar a santificarse o escaldarse al fiel de a
pie, son estas autoridades de grado medio, que de ninguna manera aceptarían
perder el prestigio que tienen o creen tener.
No tengo ningún interés por escribirle, ni encontrarme con él para darle consejos.
Rezo intensamente por él y le digo a Dios que deseo que le ayude a él mucho más
que a mí. Mi oración es por el Papa Francisco y por el hombre-cristiano Jorge Mario
Bergoglio, con la misma sinceridad e intensidad.
Sus gestos nos hacen gracia y sus ocurrencias nos cautivan, pero ¿Quién, con
minúscula o pequeña autoridad, de la que se siente ufano, se aventurará a imitarle,
exponiéndose a perder categoría y grado?.