SE ENOJÓ
Hace unos días escribí un artículo titulado “Mi Amiga”
En él decía de la presencia de una gripe en mis días.
Decía de su visita y de sus demandas.
A raíz de tal artículo me fui enterando de la presencia de “tal amiga” por los
hogares de muchos.
Cuando redacté el artículo sabía que ya estaba aprontando sus cosas para
retirarse.
Parece que se enteró de mi artículo y ello le molestó.
Llegó un viernes a la tardecita muy molesta.
Le incomodaba hubiese manifestado era muy demandante.
Con voz molesta me echó en cara el que ella venía a visitarme y yo lo único
que decía de su visita era que me resultaba demandante.
“Ya vas a saber lo que es ser demandante” me grit antes de dar un
portazo y marcharse.
Para templar el clima tenso que se había creado decidí darme un baño antes
de acostarme.
Grande fue mi sorpresa cuando, luego del baño, un agudo dolor en mi riñón
derecho se hizo presencia.
Buscaba alguna manera de ubicarme en la cama y evitar aquel incómodo
dolor pero nada lo lograba.
Después de muchas vueltas resolví tomar un analgésico y ello permitió el
dolor se retirara y el sueño fuese presencia.
A la mañana siguiente desperté con la sensación de que todo mi cuerpo
pesaba varias toneladas y aún no había dormido lo suficiente.
Me parecía que se me había acumulado el sueño de varios años.
Hice lo que debía y cada espacio libre lo dormía.
Así llegué hasta la hora de compartir la eucaristía.
“Ahora sí que está demandante” me decía para mi interior.
Celebré la eucaristía donde, parece, lo único que hice fue dar lástima ante
los presentes.
Al terminar sentía que todas las miradas se dirigían hacia mí.
Sabía que las muchas voces dichas casi en voz baja hablaban de mí.
Me preparé para enfrentar lo que, era evidente, se me venía.
“Tiene que ir al médico”
“Si no quiere ir le vamos a llamar uno”
“Dale, acompáanos al sanatorio”
Yo trataba de hacerles entender que lo único que necesitaba era acostarme
y continuar durmiendo.
Lo único que sabía era que lo que me aquejaba era la bronca de “mi amiga”
por considerarla demandante.
Para calmar a aquellas personas asentí ir hasta la emergencia.
Allí comenzó la ingrata certeza de que había producido, su bronca, un
desajuste en mis cosas.
Salí de la emergencia casi dos horas después de haber ingresado.
En una de mis manos llevaba una bolsa con suero y una orden de
internación domiciliaria.
Desde el domingo a la mañana lo único que he hecho es molestar a mucha
gente.
Que remedios, que análisis, que placa, que algunas vueltas.
Lo otro que he realizado es el atender el teléfono para responder que ya
estoy mucho mejor.
El hecho de estar encerrado sirve para agradecer a muchos y rezar por
ellos.
Sirve para valorar lo mucho que otros son capaces de hacer a favor de uno.
Sirve para saber que el otro nunca demanda sino que expresa sus
necesidades.
Sirve para reconocer que uno es un ser limitado.
Sirve para valorar el mucho tiempo de vida que uno ha pasado sin ningún
quebranto.
Sirve para aceptar que “el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos”.
Sirve para determinar que el portazo de “mi amiga” aún resuena con tanta
fuerza que con gran esfuerzo he llegado hasta aquí. .
Padre Martín Ponce de León SDB