EN ACTITUD DE BÚSQUEDA
Sé que es un tema un tanto reiterado en mí.
Sé que en diversas oportunidades he abordado esta realidad.
Quienes me escuchan con frecuencia me han sentido decir que el ser
cristiano es saberse buscador de Dios.
Nuestra búsqueda de Dios, para que sea honesta, debe ser una búsqueda
que pasa por Jesucristo.
A Dios en cuanto ser abstracto lo podemos “inventar” o “acomodar” a
nuestros gustos o intereses.
A Jesucristo no podemos inventarlo sino que debemos descubrirlo.
Al Dios que nos presenta Jesucristo solamente podemos aceptarlo.
Aceptar a Dios no es otra cosa que aceptar y asumir la propuesta de
Jesucristo.
Para descubrir a Jesucristo no tenemos un camino mejor que el buscarlo en
lo que nos ofrecen los relatos evangélicos.
Allí nos encontramos con una persona que supo tener un estilo de vida bien
claro.
Para llegar a ese estilo de vida no podemos quedarnos con trozos de relatos
evangélicos sino que debemos saberlo descubrir en la totalidad de los
relatos.
Importa descubrir sus actitudes, su pedagogía, sus destinatarios
preferentes, etc.
En oportunidades creemos conocerlo porque sabemos algunos de sus
dichos.
Creo que es posible afirmar que sin lo anterior los dichos de Jesucristo son
casi secundarios.
Por ello es que buscar a Dios es buscar la totalidad de Jesucristo.
Adentrarnos en esa búsqueda es toda una experiencia regocijante. Resulta
imposible no apasionarse por lo que se va descubriendo de esa persona.
Adentrarnos en esa búsqueda es tremendamente desacomodante puesto
que la búsqueda no hace otra cosa que poner en evidencia nuestras
incoherencias y lo lejos que estamos de él.
Descubrir nuestras limitaciones no hace otra cosa que desafiarnos y
colmarnos de amor.
Buscarlo es intentar identificarnos con él.
Buscarlo es reconocer nuestra distancia y el saber que podemos y debemos
continuar intentándolo.
Lo más fácil y cómodo es decirnos que llegar hasta él es un imposible y
abandonar todo intento de continuar buscándole.
Lo verdaderamente apasionante es continuar la búsqueda sabiendo que
siempre encontraremos aristas nuevas como para aprender.
Podremos tener un conocimiento global del Dios de Jesucristo pero tal cosa
no es suficiente si no va acompañado de actitudes bien concretas como las
de él.
Dios no es una utopía sino una realidad personal a la que se debe tender
desde la vida misma.
Jesucristo no se llenaba la boca de Dios puesto que todo lo suyo hablaba de
Él.
Decía de Dios con sus opciones, con sus signos, con sus actitudes y,
también, con sus palabras.
¿Lo nuestro habla de Jesucristo y así de Dios?
¿Somos cristianos o simples participantes de ritos cristianos?
Estar en una actitud de búsqueda es saber que aún tenemos mucho por
descubrir.
Los dueños de la última palabra no están en actitud de búsqueda. No la
necesitan.
Los que están prontos para acusar y enseñar no están en actitud de
búsqueda. No la precisan.
Los que se limitan a los ritos no están en actitud de búsqueda. No le es
necesario.
La actitud de búsqueda es para aquellos que se saben necesitados de él.
Es para aquellos que se descubren intentando ser un algo más coherentes.
Es para aquellos que asumen el desafío de ser un poco más útiles.
Es para aquellos que experimentan la certeza de que ser cristianos es tener
una misma actitud ante Dios, los demás y la vida misma.
Se debe buscar no mirando hacia arriba sino a los ojos mismos de los
demás.
Es entre los demás donde experimentamos y donde manifestamos el amor.
El Dios de Jesucristo no es otra cosa que una realidad plena de amor que
nos apasiona, libera y realiza.
Por ello es que, como cristianos, debemos estar, siempre, en actitud de
búsqueda
Padre Martín Ponce de León SDB