A vueltas con la selección natural
P. Fernando Pascual
12-10-2013
El padre abad volvió a escribir a su sobrino sobre un tema que apasionaba a ambos: la evolución.
“Querido Carlos: ¿cómo estás? Hacía tiempo que deseaba enviarte unas líneas para continuar nuestro
diálogo sobre la evolución. Ahora encontré un poco de tiempo y quería fijarme en el tema de la
selección natural.
Nosotros entendemos bastante bien lo que significa seleccionar. Un grupo de jóvenes quieren jugar en
un equipo de fútbol. El entrenador los somete a prueba, ve sus habilidades y sus defectos, pide
informes sobre su salud. Al final, ‘selecciona’: unos entrarán en el equipo y otros serán excluidos.
¿Ocurre algo parecido en la naturaleza? Es obvio que no hay entrenadores que dicen quién es aprobado
y quién morirá antes de nacer, quién vive más o menos tiempo entre las plantas y los animales de
nuestro planeta. Simplemente, se producen hechos complejos que explican la muerte prematura de
algunos y la mayor pervivencia en el tiempo de otros.
En la naturaleza se produce un fenómeno que en algo se asemeja al ejemplo de los jóvenes que desean
entrar en un equipo: entre los individuos hay características diferentes.
Algunas de esas características serían ‘favorables’ frente a ciertos factores externos (temperatura,
cantidad de lluvia, presencia de depredadores) que se dan en un lugar determinado, y quizá no tan
favorables en otros lugares con factores diferentes.
Hablar de favorable o desfavorable nos coloca en un punto de vista que, lo queramos o no, es
antropocéntrico. ¿Por qué? Porque en la naturaleza hay eventos, pero ninguno puede ser considerado
en sí mismo como positivo o negativo, como favorable o desfavorable, sino sólo en relación a algo
escogido por nosotros en cuanto observadores externos.
Intento explicarme. Vivir más o menos tiempo, ¿es mejor o peor? La naturaleza no responde, en parte
porque no es un sujeto pensante, y en parte porque la noción de naturaleza es tan abstracta y tan
compleja que los puntos de vista pueden ser muy variados.
Veamos una colmena de abejas. Las obreras han preparado varias celdas reales. La primera reina que
nace va en busca de las demás celdas reales, las destruye y mata a las larvas o crisálidas de posibles
rivales. ¿Es esto positivo o negativo? Permite, desde luego, que en la colmena haya una sola reina, pero
esto es simplemente un hecho, un acontecimiento. No hay en el mismo nada de positivo o de negativo.
Ocurre así, desde hace milenios...
Nosotros, acostumbrados a pensar como humanos, podríamos recordar ante el fenómeno de las abejas
una frase de ‘La Ilíada’: es bueno que sólo mande uno. En otras palabras, es bueno que sólo exista una
reina. Pero, ¿por qué pensamos que es bueno, desde qué perspectiva? Además, ¿supone una ventaja
evolutiva el que una reina nazca antes que las demás? ¿Y si la que nació tiene un ADN con algún
defecto que no tienen las otras larvas o crisálidas que serán eliminadas?
No quiero decir, con lo anterior, que la naturaleza sea un caos sin disciplina. Basta con observar una
colmena para sentir un extraño sobrecogimiento ante una estructura organizativa tan compleja.
Además, más de uno se preguntará por qué la primera reina que nace destruye a las otras reinas y no
destruye, por ejemplo, las celdas de zánganos.
Quizá algún experto en el tema habrá encontrado explicaciones más o menos satisfactorias de estos
hechos. Pero el que una reina recién nacida se comporte de esta manera no deja de sorprender y de
suscitar preguntas.
Me dirás que estoy divagando un poco y que no me fijo en temas importantes como el de las
variaciones genéticas y el de la mayor o menor capacidad reproductiva de algunos individuos respecto
de otros. De nuevo, aquí se incurre en un nuevo antropomorfismo: ¿por qué fijarnos en si uno tiene
más o menos hijos, en si su información genética llega a más o menos generaciones?
Parece que tenemos un especial aprecio a lo que dura más. ¿Por qué? ¿Qué ventaja supondría la
duración en sí misma? Si nos ponemos en una perspectiva de grandes números, de tiempos largos,
tarde o temprano (quizá tras millones y millones de años) desaparecerán todos los vivientes sobre la
tierra. Entonces, ¿por qué damos importancia a las diferencias que permiten que unos individuos hayan
vivido poco tiempo y sin descendencia, y otros más tiempo y con mucha descendencia?
No quiero simplemente problematizar teorías que tienen a sus espaldas numerosos libros e
investigaciones importantes. Quiero, más bien, ayudarte a abrir los ojos ante aspectos que van más allá
de los datos y que suponen opciones y valoraciones que dependen de nuestro modo de ser humano.
Me detengo por ahora. Sé que he dejado importantes aspectos en el tintero (en el teclado). Ojalá pronto
podamos volver a vernos. Como te recomendé en otra carta, cuídate mucho. Ahora te añado: presta
atención a tu salud, pero, sobre todo, a lo que haces con tu vida. Vale más vivir poco en la honradez
que muchos años en la injusticia. Aunque alguno piense que los injustos viven más tiempo y así
triunfan en la carrera evolutiva...
Saludos a tus padres. Tu tío...”