El León
Padre Pedrojosé Ynaraja
Quiero ser fiel a lo que escribí, me propongo hablar sucintamente de los animales y
plantas que se mencionan en el Cantar de los Cantares. Una advertencia que podía
haberla hecho anteriormente. Como el hebreo carece del superlativo, para
señalarlo, acude a la repetición. Dicho de otra manera, lo que pudiera titularse
“Cantarísimo” o más correctamente: el “Cantar por excelencia”, tradicionalmente se
le llama, como he indicado: Cantar de los Cantares. Su género literario corresponde
al estilo de poesías propias de celebraciones nupciales, que podían durar unos días.
Se comía, se bailaba, se dormía y se cantaban melodías adecuadas a la situación.
Los cantares podían ser soeces o elegantes, dependiendo del ambiente y de los
autores. Lo he repetido muchas veces, el pueblo judío era sexual, pero poco
sensual. La Biblia refleja esta idiosincrasia, pero tiene algunas excepciones, la más
notoria es la del Cantar.
Observará el lector que me he extendido en una introducción, cosa que omito en
otras ocasiones. Explicaré el motivo. Mi propósito es redactar un escrito que ocupe
un determinado espacio. En ciertos casos, el tema daría para redactar un libro. En
el de hoy, con pocas líneas sería suficiente. Pienso, me ilusiona imaginar, que
algunos, a lo que yo ofrezco, añadan textos o fotografías, de otros sitios y que se
relacionen o lo complementen.
“Ven del Líbano, novia mía, ven del Líbano, vente. Otea desde la cumbre del
Amaná, desde la cumbre del Sanir y del Hermón, desde las guaridas de leones
(4,8).
El león existía en Israel en época bíblica. Era de talla menor al africano, que
seguramente es el que hemos visto en parques zoológicos. Existía esta fiera y era
peligrosa. Diezmaba los ganados. Se ocultaba preferentemente por el valle del
Jordán. Durante la despoblación de Samaría, se multiplicó en esta región, en la
época romana casi había desaparecido. Se comenta que, como castigo, mató a un
profeta desobediente (IRe 13). Los hombres valientes, se orgullecían de haber
vencido a alguno. Recuérdese el emblemático episodio de Sansón (Ju 14,5 ss). Los
soberanos de Babilonia los poseían como señal de poder y riqueza (recuérdese el
foso de los leones al que fue llevado Daniel (6,8). El emblema de Judá es el león,
atributo que todavía aparecía en el escudo del Negus, que se consideraba
descendiente de Salomón. Una de las puertas de Jerusalén, está ornada con el
relieve de cuatro leones y de ellos recibe su nombre.
La amada del Cantar, la imagina el enamorado, como una mujercita espabilada y
valiente, capaz de moverse ágilmente por montañas escarpadas y madrigueras de
estos grandes felinos. Nada de sumisión blandengue o esclava recluida. Dotada de
lo que inadecuadamente se le llaman virtudes masculinas. ¿Qué varón desea
encontrar hoy una tal mujer para unirse a ella y emprender conjunta y
comprometidamente una vida feliz? ¿El valor espiritual es considerado superior a
las apariencias y cualidades físicas, que por otra parte, no desprecia en otros
momentos, el texto revelado?