DATOS PARA TENER EN CUENTA.
Una vez al mes tengo la oportunidad de participar en una reunión con gente
de parroquias de la zona.
Como todas las veces la reunión habría de comenzar con un momento de
oración.
Se levantó y nos repartió una hoja solicitándonos no la leyésemos
privadamente puesto que lo haríamos entre todos.
Creo, todos, dimos una rápida mirada a la hoja para observar que había
números en abundancia.
No es muy común una oración con números y mucho menos una oración
entre números.
Tampoco es muy común que yo trate este tipo de temas desde esta
columna.
Cuando comenzamos a leer aquella hoja........ ¡vaya si había
números!........... ¡vaya si era una oración!.
Creo que lo rico de aquella oración fue el silencio que acompañó la
conclusión de la lectura y la posterior toma de conciencia luego de la
misma.
Por ello he considerado oportuno, en este artículo, compartir con usted
lector, algunos trozos de aquella oración.
Desde ya le digo que no es una de esas oraciones tradicionales con las que
solemos tratar, mucho menos, un algo que sea únicamente para aquellos
que suelen rezar.
“Si pudiésemos reducir la poblaci￳n de la Tierra a una peque￱a aldea de
exactamente 100 habitantes, manteniendo las proporciones existentes en la
actualidad, sería algo como esto:
Habría: 57 asiáticos, 21 europeos, 14 personas serían del hemisferio oeste
(tanto norte como sur) y 8 africanos.
52 serían mujeres, 48 varones, 70 no serían blancos, 30 serían blancos, 70
no cristianos y 30 cristianos, 89 heterosexuales y 11 homosexuales.
6 personas poseerían el 59% de la riqueza de toda la aldea y los 6 ( sí, 6 de
6) serían norteamericanos.
De las 100 personas 80 vivirían en condiciones infrahumanas, 70 serían
incapaces de leer, 50 sufrirían malnutrición, 1 persona estaría a punto de
morir y 1 bebé estaría a punto de nacer.
Sólo 1 ( sí, sólo 1) tendría educación universitaria.
En esta aldea habría 1 persona con ordenador.”
En otro momento de la lectura de aquella hoja nos podíamos encontrar con
frases como......
“Si te has levantado esta ma￱ana con más salud que enfermedad, entonces
eres más afortunado que los millones de personas que no sobrevivirán esta
semana”.
“Si nunca has experimentado los peligros de la guerra, la soledad de estar
encarcelado, la agonía de estar torturado o las punzadas de la inanición
entonces estás por delante de 500 millones de personas”.
“Si tienes comida en la heladera, ropa en el armario, un techo sobre tu
cabeza y un lugar donde dormir, eres más rico que el 75% de la población
mundial”.
“Si guardas dinero en el banco, en tu cartera y tienes algunas monedas en
el caj￳n..... ya estás entre el 8% más rico de este mundo”.
“Si tus padres aún viven y están casados....... eres una persona MUY rara”.
Luego de algunos párrafos más concluía la oración.
Recuerdo aquella persona que, luego de leer esta oraci￳n manifest￳ “Así da
gusto que te ...... insulten” . (No fue esta su expresi￳n pero, por
consideración al medio, debo poner tal palabra).
Yo me quejo, tú te quejas, él se queja, nosotros nos quejamos.
¿Podemos quejarnos o deberíamos sentirnos parte de una minoría
privilegiada y sin derecho alguno a emitir una queja?.
Lo que sucede frecuentemente es nuestra no toma real de conciencia de lo
privilegiados que somos.
Son, sin lugar a dudas, muchos más nuestros haberes que nuestras
carencias pero, a pesar de ello, solemos vivir con una queja a flor de piel.
Nos es mucho más fácil esbozar una queja que reconocer nuestra necesidad
de ser agradecidos.
Esta necesidad de ser agradecidos no quiere decir resignados puesto que
necesario se nos hace seguir apostando y bregando por un mundo mejor y
sabemos que tal tarea comienza por ese entorno que hace a nuestro
mundo.
Quiero concluir con una frase, de la oración mencionada, que se me había
salteado.
“Si puedes leer esto eres mucho más afortunado que los 2. 000. 000.000 de
personas en este mundo que no pueden leer”.
Estos datos ¿no le dejan, a usted lector, una sensación de amargura dentro
de su ser?.
Yo, ¡vaya si lo sabré!, puedo anotarme entre los desagradecidos de este
mundo ¿y usted?.
Padre Martín Ponce de León SDB