COLOR, GOZO Y TAL VEZ VANIDAD –LA PÚRPURA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Estamos tan acostumbrados al color, que difícilmente nos preguntamos qué es en
realidad. Sabemos que hay seres incapaces de percibirlo y que si nosotros lo
gozamos es por la calidad de nuestra retina.
Si acudimos a una enciclopedia, la definición científica que nos dará, nos dejará
indiferentes. Uno u otro de lo que llamamos color, viene determinado por unas
frecuencias electromagnéticas, que corresponden al espectro óptico.
En nuestra vida percibimos infinidades de matices. Estoy escribiendo a finales de
otoño, Este año se ha precipitado el frío de repente. Por las mañanas unas
enredaderas que se abrazaban a una verja, las veía de verde intenso, han llegado
últimamente las heladas y las mismas hojas hoy brillaban de un maravilloso e
intenso rojo. Guardarlas para gozar del colorido es superfluo, al cabo de poco
tiempo, tanto unas como otras, serán más o menos pardas. Tal vez sea esta
característica uno de los encantos de la naturaleza viva: la caducidad de su belleza.
Desde mi ventana veo ahora los patos salvajes de un marrón ceniciento. Llegará la
primavera y los machos lucirán brillantes azules. Va uno por montañas de altura
mediana, de monótono color, cuando, entre las briznas de hierba, descubre uno
una genciana. Nadie la había preparado, nadie la aprovechará. La goza uno
entonces como un don que me ofrece Dios, exclusivo para mí.
Poseer objetos de apariencia bonita y que lo conserven, ha sido una de las
preocupaciones de los hombres de la antigüedad y lo es de los de ahora. El color
era un lenguaje. Ser sensibles a él, más importante que saber leer o escribir. (Los
tonos neutros dejaban indiferente al hombre. Estoy pensando en la arena, la arcilla,
la corteza de los árboles).
El Cantar no es ajeno a esta riqueza de la Creación. Entre los matices que resalta el
texto, está el de la púrpura y el escarlata. El segundo es un rojizo vivo, semejante
al carmín. El primero es más difícil de describir, pues, es complejo y tiene una
extensa gama de tonalidades.
A la belleza de ambos hay que añadir la dificultad de conseguirlos y fijarlos. Se
logra la púrpura sometiendo la “carne” de unos caracoles marinos, que al sacarla es
blanquecina, a un proceso de oxidación al aire libre y a pleno sol. Para que se me
entienda, diría que es un colorante como el negro que posee el calamar, ahora
bien, en este caso, se requiere una gran cantidad de estos gasterópodos, para
obtener una peque￱a cantidad de tintura. Copio textualmente de Wikipedia. “Cada
molusco no daba más que una gota de tinte, por lo que la obtención de treinta
gramos de esta sustancia, demandaba la muerte de unos 250 000 caracoles,
justificando el elevadísimo precio de los paños teñidos de púrpura. En 1908, el
químico austríaco Paul Friedländer, con el fin de obtener algo de tinte púrpura,
compr￳ a los vendedores de mariscos de Trieste 12 000 ejemplares de caracoles de
la púrpura y obtuvo de ellos solamente 1,4 gramos de tinte, cantidad suficiente
para te￱ir un pa￱uelo”.
El Cantar, de cuando en cuando, se refiere al rey Salomón, su supuesto o atribuido
autor, y a su esplendor, así que en 3,10, describe el respaldo del asiento de su
carroza como de púrpura, donde luce la mítica expresión: AMOR.
En una de las descripciones de la amada se dice: Tus labios, una cinta de escarlata,
tu hablar, encantador (4,3). En otra ocasión (7,6) al hablar de su figura mientras
danza, dice: Tu cabeza sobre ti, como el Carmelo y tu melena, como la púrpura;
¡un rey en esas trenzas está preso!.
Los colores de los que estoy escribiendo no siempre procedían del caracol marino al
que me he referido, en ocasiones provenían de una especie de cochinilla de intenso
color rojo. (Seguramente el manto que para burlarse de Jesús, le pusieron los
soldados de Pilatos, sería de barata tela, teñida con el jugo del vulgar insecto.
Todavía continúa usándose ahora este habitante del nopal, también de arbustos
que hoy radican en Turquía, y en usos tan diversos como el maquillaje, los
aperitivos bitter o para intensificar el color de las salsas de tomate. Es un gran
colorante orgánico y totalmente inofensivo).