CELEBRAMOS LA CERCANÍA DE
DIOS
Tengo una gran preocupación: tener una buena
imagen de Dios. ¿Por qué? Muy sencillo: el estar a
gusto con Dios, el sentirlo cercano, creo que puede
ser muy sano para la salud corporal y espiritual. Un
Dios que nos amarga la vida, no nos puede seducir
y no vale la pena creer en él.
En mi conversación con la gente he observado que
tienen una experiencia de Dios muy negativa,
producida quizás por la predicación de la Iglesia,
también por ciertas lecturas religiosas o por ciertos
traumas que anidan en nuestro subconsciente. Sin
duda que la lectura del Evangelio, donde se refleja
la mentalidad de Jesús nos puede ayudar a tener
una buena idea de Dios. Dios es bueno y no puede
ser de otra manera.
El tiempo de Adviento y Navidad nos habla de la
cercanía, sencillez y humildad de Dios. La imagen
de un niño en la cuna es muy elocuente. El belén,
los villancicos, la celebraciones anteriores a la
Navidad, la misma Navidad y Reyes, son rendijas
por donde Dios asoma a nuestra vida. Abramos la
puerta de nuestro corazón para que el Señor pase a
nuestra casa y cene con nosotros.
“Te diré mi amor, Rey mío,
en la quietud de la tarde,
cuando se cierran los ojos
y los corazones se abren.
Te diré mi amor, Rey mío,
con una mirada suave,
te lo diré contemplando
tu cuerpo que en pajas yace”
(Himno litúrgico).
Que el consumo y los regalos no ahoguen la
cercanía de Dios en tantas celebraciones que nos
propone la Iglesia. Las flores, los cantos, los textos
litúrgicos, las visitas de familiares que están lejos,
el comer juntos, los signos navideños en casa (no
olvidarlos)… son mensajeros del Dios con nosotros.
Ya decía san Agustín que “en la casa de Dios hay
fiesta eterna”. ¿De verdad? ¿Por qué? La presencia
de Jesús y su cercanía hacen que la vida del
creyente sea una fiesta. FELIZ NAVIDAD
Lucio del Burgo