MARFIL
Padre Pedrojosé Ynaraja
En el paisaje bíblico, situado en el llamado Creciente Fértil, no había elefantes, pero
el animal no era desconocido. En los libros de los Macabeos, se les menciona 14
veces. Representaba en las batallas de Israel, y en aquel tiempo, lo que hasta hace
poco entre nosotros, suponían los tanques o los actuales carros de combate. En los
otros terrenos, nada hace suponer que pudieran aprovecharse de su carne. Si sólo
en tiempos de la rebelión macabea merodean por las tierras judías, mucho antes,
en tiempos de la realeza, se habla del producto peculiar de estos paquidermos: el
marfil, de la que están compuestos sus colmillos. Conste que de otros animales
también se obtiene esta valiosa prenda. Un amigo mío, artista joyero, me regaló
una pequeña imagen de Jesús crucificado, hecha de un animal antediluviano.
Paradójicamente, según me dijo, no está prohibido el comercio de tal procedencia.
Y se trataba de Canadá. Nos preocupa la persistencia de los elefantes, más que las
de muchas personas ¡cuántas tribus africanas han visto destruido el producto que
se les permitía vender para poder subsistir! Pero hay que conservar la especie y
que los nativos se las apañen como puedan. En todo caso que disfruten de su caza
ricos potentados, que además dan fama y atraen riquezas al país.
El marfil en Israel, era materia apreciadísima para chapar tronos y lechos, y hasta
edificios. Era símbolo de fortuna, poder y dominio. La cosa viene de lejos. Salomón,
según nos cuenta el IRe, 10,16, lo importaba, junto con monos y pavos reales,
mediante los bajeles que navegaban por tierras de Tarsís, (según los arqueólogos,
era la actual península ibérica. Estos científicos creen que Tarsís, coincide con
Tartesos, los exegetas, no están tan seguros de ello). Uno de los síntomas de la
ruina de la Gran Babilonia, según el Apocalipsis 18,10, es que los mercaderes que
la visitan, nadie les compra, entre otras cosas, el marfil.
He tenido en mis manos objetos de marfil, bellas figuras de adorno o para jugar al
ajedrez. Humildes servilleteros y pulseras. Conseguí, y que conste que hace de esto
muchos años, pues ahora está prohibido, que me trajeran una bella imagen de
Santa María que, desgraciadamente, se ha fragmentado, pero que sigue
evocándome la belleza de la Madre del Señor.
Una es la percepción de la vista, máxime si la pieza esta trabajada, y diferente la
sensación táctil, si uno tiene en sus manos un colmillo pulido. Es suave y cálido,
entran ganas de pasárselo por el rostro, besarlo y gozar de su lustre, sin otras
sensaciones, ya que al ser poco conductor del calor, ni quema, ni hiela, su contacto.
Algo de esto último debía saber la amada del Cantar, cuando dice de él en 5,14 “Mi
amado es… Su vientre, de pulido marfil recubierto de zafiros”
También el enamorado dice de ella en 7,5: “Tu cuello, como torre de marfil”.
No me canso de repetir que no hay maravilla mejor que el hombre. Su existencia y
belleza, que incorpora todas las de la creación, está destinada a proporcionarles
eternidad. Ser incomparable y único con corporeidad, espiritualidad y
trascendencia. Belleza de su figura y el amor que puede arrancar de sí, para
ofrecerlo al otro, son el más bello canto al Dios que nos ha creado. El Dios, oculto a
veces, como en el texto del Cantar, pero presente y compañía amorosa, que nunca
nos deja. La belleza humana es el más sublime poema que exalta la sublimidad de
Dios.