HONREMOS A NUESTROS MAYORES Y DEJÉMONOS DE CHORRADAS
Siento mucho el retraso en la actualización del blog. El estrés post-
vacacional y una “sequía” literaria- creo que se la conoce con este nombre-,
me lo han ido impidiendo día tras día.
Pero esta mañana cuando he leído que el gobierno del Sr. Artur Mas
pretende retrasar hasta noviembre el copago que las residencias de
ancianos concertadas reciben por parte de la Generalitat he despertado al
instante de mi letargo.
¡Dios mío, no me lo podía cree! ¡Que falta de respeto y de justicia con
nuestros mayores!
¿No se les podía haber ocurrido cerrar la caja “sin fondo” con el que se
subvenciona todo lo que tiene que ver con la inmersión lingüística
obligatoria, la sin razón de muchas embajadas, las actividades de
esparcimiento de innumerables asociaciones juveniles, o las fiestas
“patrióticas” ; en vez de recortar los servicios para la atención y el cuidado
de nuestros ancianos?
“Honra a tu padre y a tu madre”- leemos en la Carta a los Ancianos de Juan
Pablo II en 1999-, un deber, por lo demás, reconocido universalmente. De
su plena y coherente aplicación no ha surgido solamente el amor de los
hijos a los padres, sino que también se ha puesto de manifiesto el fuerte
vínculo que existe entre las generaciones. Donde el precepto es reconocido
y cumplido fielmente, los ancianos saben que no corren peligro de ser
considerados un peso inútil y embarazoso.
(…)Ponte en pie ante las canas y honra el rostro del anciano" (Lv 19, 32).
Honrar a los ancianos supone un triple deber hacia ellos: acogerlos,
asistirlos y valorar sus cualidades. En muchos ambientes eso sucede casi
espontáneamente, como por costumbre inveterada. En otros, especialmente
en las Naciones desarrolladas, parece obligado un cambio de tendencia para
que los que avanzan en años puedan envejecer con dignidad, sin temor a
quedar reducidos a personas que ya no cuenta nada. Es preciso
convencerse de que es propio de una civilización plenamente humana
respetar y amar a los ancianos, porque ellos se sienten, a pesar del
debilitamiento de las fuerzas, parte viva de la sociedad. Ya observaba
Cicerón que "el peso de la edad es más leve para el que se siente respetado
y amado por los jóvenes.
Una sociedad que no respeta, honra y cuida a sus ancianos, es una sociedad
con fecha de caducidad. Facilitar que nuestros mayores lleguen y disfruten
de la vejez de una forma digna es un gran deber que tenemos todos-
especialmente las administraciones publicas-, hacia las generaciones que
han contribuido , cuanto menos , a hacer la historia de este país.
Remedios Falaguera