SEÑOR, NO ME DESCUIDES
Por: Claudio de Castro / cv2decastro@hotmail.com
Este año fue increíble.
Le dije a Dios: "Señor... hazme un instrumento de tu paz". Y me sumergió en un
conflicto que nunca esperé.
Dios se toma muy en serio nuestras palabras.
¿Cómo podría ser un instrumento de su paz? Necesitaba tenerla, para poder llevarla
a los demás. Y la encontré una mañana de oración en un pequeño oratorio. Fui a
visitar a Jesús en el Sagrario. Me quedé con Él y de pronto experimenté esta paz
sobrenatural, inimaginable, que sobrepasaba el tiempo y se desbordaba en mi
interior. Escuchaba estas dulces palabras:
"La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe
vuestro corazón, ni tenga miedo". (Jn 14,27)
Salí impactado, transformado. Sabiendo que algo importante había ocurrido.
Entonces hice lo que estuvo a mi alcance, lo que creí y pensé debía hacer, pero
nada ocurrió para mejorar la vidas de muchos a mi alrededor. Mis medios no
fueron suficientes. Aprendí que lo inalcanzable, lo inesperado, lo verdaderamente
importante, lo hace Él. Nosotros somos apenas un reflejo imperfecto, de ese
Inmenso Amor que todo lo puede. Y aún así, nos pide amar.
Perdí mucho tiempo buscando en los lugares equivocados. Su Amor era la
respuesta, siempre lo fue.
Me tocó ser paciente, esperar y confiar.
Aprendí que la humidad le agrada a Dios.
Que debemos ser pacientes y confiar en Él.
Que todo pasa en el tiempo de Dios. Y todo ocurre por un motivo.
Cuando se dispersa la tormenta, el panorama se aclara y comprendes que nunca
estuviste solo. Dios siempre estuvo allí, en medio. Esperando por ti. Anhelando que
lo buscaras y reconocieras su presencia. Que corrieras a sus brazos paternales,
como un pequeño corre hacia su padre, para ser abrazado y consolado.
Suelo imaginar a Dios ilusionado, como un papá que ve a su hijito caminar por
primera vez... y lo llama, le sonríe y lo anima a dar cada paso.
Soy consciente ahora que Dios vive ilusionado por ti, por nosotros. Su Amor
infinito, nos envuelve y nos sustenta.
Un sacerdote me contó que san Felipe Neri solía decirle a Jesús: "Señor, no
descuides a Felipe". Me encantó la historia. Desde ese día tomé para mí esa bella
oración y ahora le digo: "Señor no descuides a Claudio". Y la uso también para los
demás: "Señor, no descuides a....." consciente que Jesús me escuchará y te
escuchará. Él siempre nos escucha. Es mi mejor amigo, desde la infancia. Mi gran
amigo.
¿Qué aprendí este año?
Que debemos dar lo mejor de nosotros.
Que nos toca confiar un poquito más.
Dios NUNCA te va a abandonar.
Vives en Su presencia, está en ti, a tu lado, contigo.
Y te ama.