NAVIDAD LAICA, NAVIDAD CRISTIANA
El laicismo es la teoría que trata de extirpar a Dios del ámbito social y así
implanta un procedimiento ético excluyente de la Divinidad; incluye un ateísmo
práctico que se instala socialmente mediante instrumentos políticos; muestra
indiferencia teórica, pero en la práctica exige eliminar a Dios de la existencia. Lo
mismo que una religión no debe exigirse a todos, tampoco se les ha de imponer el
laicismo, pues, ante todo, es esencial respetar las conciencias. Por otra parte,
religión (del latín religare) es el hecho humano de profesar la fe en Dios, la creencia
y la práctica de carácter existencial, moral y sobrenatural; la religión abarca las
enseñanzas espirituales y los actos de culto. Y, a su vez, el Cristianismo (del griego
Χριστός, Christós, ᆱCristoᄏ, literalmente ᆱUngido») es la religión que enraíza la
creencia en la figura, vida y enseñanzas evangélicas de Jesucristo. El cristiano cree
que Jesús es el hijo de Dios, que redimió en la cruz al género humano y que
resucitó a los tres días de morir
Los laicistas no cesan en su empeño, hace poco unos diputados nuestros,
que disfrutan sus pingües sueldos y dietas, no han dejado pasar la ocasión de
mostrar su malestar con que la felicitación de Navidad del Congreso lleve en sí un
asunto religioso. Hay algunos que, dilapidada su formación familiar, quieren hacer
del advenimiento de la Navidad una conmemoración cultural; hay otros que,
habiendo recibido de niños el sentir de la omnisciencia de Dios, celebran la
Nochebuena, aunque se muestran carentes de fe y, por lo mismo, intentan cambiar
el sentido de la Navidad, para poder adaptarla a sus prejuicios, a la contradicción
existente entre lo que dicen y lo que hacen.
Es una militancia vana, un quehacer totalmente absurdo el enzarzarse en
el intento de extirpar el aspecto religioso del argumento navideño, para instar una
tradición distinta, en que puedan participar quienes, habiendo propagado la
pedagogía del laicismo o ateísmo, no quieren verse excluidos; son esos ilusos que
desean rehacer la historia y se muestran más propensos a retrotraer el origen
pagano de la Navidad, que a seguir su adaptación cristiana, pensando que unos
millones de españoles se van a reunir esa noche por identificación con la Saturnal
Romana. Les repele la Navidad, pero no defienden un laicismo estatal
supuestamente agredido, reprochan la práctica religiosa que parece pincharles, que
les produce escozor agudo. Es una singular exhibición de incultura, como no se
olvidan los frecuentes golpes laicistas ofuscados con desterrar los crucifijos de aulas
y despachos, a lo que añaden también el prohibir el Belén Navideño, que, sin duda,
llega a ser algo devastador para el ser integral y la conciencia de los pequeños.
Sin embargo, para el cristiano, la Navidad es la fiesta del nacimiento de
Jesús de Nazaret, la fiesta de nuestro nacimiento a una vida nueva. Celebra no
solamente el nacimiento del Niño en Belén, conmemora también el origen de
nuestra historia cristiana y el origen del Hecho desde el que los cristianos tratan de
interpretar toda su existencia. Nacer es hermoso, pero comprometido, porque
consiste en iniciar el propio entronque del hombre con el Recién-Nacido; es
concordar nuestra vida con el Evangelio en el Amor , la verdad y la Paz, como nos
refiere S. Juan en su cuarto Evangelio: “Amaos los unos a los otros”; “la paz os
dejo, la paz os doy”; “yo soy el camino la verdad y la vida”; si no tomamos esta
enseñanza como proyecto de vida, si no la hacemos vida en el cada día, entonces
no podremos renacer a la nueva vida en verdad y en Espíritu, para ver la Luz y la
verdad y entonces la Navidad pierde todo su sentido. La Navidad es la gran
solemnidad del misterio de los cristianos.
C. Mudarra