Haz algo
P. Adolfo Güémez, L.C.
No hace falta ser un genio para darse cuenta de que nuestro mundo no está exento de
injusticias, explotación de inocentes, manipulación de los más débiles, abuso de poder,
corrupción institucionalizada… Hay retos por todas partes. Algunos son nuevos. Otros tan
viejos como el mismo hombre.
Muchos, ante esto, nos cruzamos de brazos y cerramos los ojos. Nos sentimos abrumados
por el tamaño del desafío.
Otros escogen la ironía y la burla como arma de autodefensa y a modo de tranquilizante.
Como escribe Carlos Ruiz Zafón, «este mundo no se morirá de una bomba atómica como
dicen los diarios, se morirá de risa, de banalidad, haciendo un chiste de todo, y además un
chiste malo».
Pero también existen los que hacen algo, aunque aparentemente sea muy poco. Son
personas sin miedo al fracaso o a las críticas de los demás. Dan lo que pueden. Y eso basta.
¿Qué me dirías si te cuento que una pequeña de tan solo 8 años quiere abolir la esclavitud
de la niñez vendiendo agua de limón? Aparentemente, es muy poca cosa, pero hasta el día
de hoy ha recaudado ya más de 1 millón de dólares para esta casusa.
Es la estadounidense Vivienne Harr, que con sus escasos años está haciendo algo para
cambiar el mundo. «Servir es la cosa más hermosa del mundo», asegura.
Su inquietud comenzó cuando su mamá le enseñó una fotografía de dos hermanos nepalíes.
Tomados de la mano, llevaban piedras inmensas de un lado a otro, obligados a trabajar
como esclavos. En un reportaje que le hizo la NBC , Vivienne cuenta lo que experimentó al
verla: «Me dije a mí misma: “Quiero ayudarles y el único modo que conozco para ganar
dinero es vender limonada”». Así es que puso manos a la obra.
Su objetivo no era nada sencillo: conseguir 100,000 dólares. Pondría su puesto los 365 días
del año, hiciera calor o frío, lluvia o sol, hasta conquistarlo.
Muchos comenzaron a venir para apoyarla y agradecerle su ejemplo. Aunque para ellos la
iniciativa no pasaba de un juego infantil.
Pero el boom llegó el día 52, cuando el periodista del New York Times y ganador del
premio Pulitzer , Nicholas Kristof, retuiteó un mensaje de Vivienne: «Hola, soy una niña de
8 años y estoy vendiendo limonada contra la esclavitud cada día hasta que llegue a los
100.000 dólares».
Su fama se extendió, y sus clientes pronto pasaron de decenas a cientos, e incluso miles,
generando un gran movimiento llamado Make A Stand .
El día 173, Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York, la invitó a colocar su puesto en el
Times Square . Ahí conquistó su meta de 100,000 dólares.
Sus papás, algo agotados con la actividad de su hija, creyeron que por fin esta aventura
había terminado. Pero cuando se lo insinuaron, ella les preguntó: «¿Es que acaso ha
acabado la esclavitud de los niños?».
«No», le respondió su padre. «Bien –le dijo su hija–, por tanto tampoco yo he acabado».
Cuando llegó a ganar el millón de dólares, con la ayuda de su familia, se propuso comenzar
a embotellar su agua de limón artesanal, llegando ahora a venderla en 165 tiendas.
La frase característica de la niña Harr es «la compasión no es compasión sin acción».
Ninguno de nosotros ha elegido vivir en estos tiempos. Cada época tiene sus problemas.
Pero Dios da en cada momento la gracia oportuna para asumirlos y superarlos con amor y
realismo.
En cualquier circunstancia que vivamos, siempre podemos hacer algo para mejorarla. Y
depende de cada uno –y de nadie más–, el que su compasión no se quede tan solo en
sentimientos bonitos o palabras vacías.
aguemez@legionaries.org