La fe que salva
La luz de la fe (V)
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
San Pablo nos dice que nuestra salvación viene de nuestra fe.
Esta afirmación en ocasiones ha sido mal entendida. El Papa
Francisco en su encíclica sobre la fe aclara su verdadera
interpretación.
Ciertamente para la salvación de los hombres se requiere de la
fe. Pero no es en sí el acto del hombre el que lo transforma y lo
convierte haciéndolo adecuado para la vida eterna. No es el acto del
hombre, sino el poder de Dios el que lo salva: “El que cree,
aceptando el don de la fe,
es transformado
en una creatura
nueva, recibe un nuevo ser, un ser filial” (Luz de la fe, n. 19).
Aceptar el don de la fe viene a ser como el abrir la ventana de
la casa para que entre la luz del sol. La habitación es iluminada por
el sol, aunque requiera para ello que la ventana esté abierta. Al
aceptar la fe libremente nos ponemos en condiciones de recibir los
dones de Dios.
2) Para pensar
El Papa nos recuerda que la polémica de San Pablo con los
fariseos era porque éstos defendían y fundaban la salvación en el
cumplimiento de las obras de la ley mosaica. Sería como si el
hombre alcanzara la salvación por sus propias fuerzas, incluso sin
requerir ni necesitar de Dios. Sería asignarle la salvación al mismo
hombre. Pero como dice san Pablo: “¿Qué tienes que no hayas
recibido?” (I Cor 4,7).
Es preciso reconocer que cualquier obra buena que hagamos,
tiene su origen en Dios, Él nos la inspira y nos ayuda a llevarla a
cabo. Por ello hemos de dar gracias cuando obramos el bien. Es
preciso reconocer que el origen de toda bondad es Dios.
Se cuenta que el gran escritor danés Hans Christian Andersen,
autor de cuentos universalmente famosos como Pulgarcito o EL
Patito Feo, era muy humilde. No obstante que había triunfado y
haber conocido a grandes artistas, compositores, reyes y duques,
permanecía sin vanidad. Un día escribi: “Cierto es, en efecto, que
he llegado a ser el danés más famoso de estos tiempos… pero
puedo decir que hay momentos en que me humillo y lloro. Al ser
ensalzado, me doy cuenta cuán indigno soy de las gracias que
Nuestro Seor me ha concedido”.
3) Para vivir
La salvación viene, dice el Papa, con la apertura al don de
Dios: “Solo abriéndonos a este origen y reconociéndolo, es posible
ser transformados, dejando que la salvación obre en nosotros y
haga fecunda la vida” (n. 19).
La gracia concedida por Dios es la que nos transforma en hijos
de Dios y nos hace merecedores del Cielo. Así, es Dios quien nos
salva de modo radical y total. La fe sabe que “Cristo se nos ha dado
como un gran don que nos transforma interiormente, que habita en
nosotros, y así nos da la luz que ilumina el origen y el final de la
vida” (Luz de la fe, n. 20).
Esto no quita importancia a las obras, pues con ellas
mostramos que la fe es la que ilumina nuestra existencia, pero
sabiendo siempre que la luz viene de Dios.
San Josemaría nos da un consejo para tenerlo presente en
nuestra vida: “Es muy grande cosa saberse nada delante de Dios,
porque así es” (Surco, n. 260).