UNA EXPERIENCIA
Muchas veces he escuchado decir “No estoy preparado” “Me falta mucha
capacitación”
Esas manifestaciones responden a la afirmación de que todos estamos llamados a
ser testigos de nuestra experiencia religiosa o que todos estamos llamados a ser
evangelizadores.
Los relatos evangélicos nos hablan de Jesús que envía a sus discípulos a…………..
Aquellas personas salen de dos en dos (el único testimonio válido era el que
afirmaban, por lo menos, dos personas) a……………..
Muchas veces, al reflexionar sobre esta realidad me he preguntado sobre el
contenido de aquel envío y de aquel testimonio.
No era un algo muy cargado de doctrina ya que Jesús, como buen judío que era, no
había inventado una religión nueva.
No era un algo muy rico en profundidad religiosa puesto que aquellas personas
estaban lejos de haber captado a Jesús en cuanto Hijo de Dios.
Jesús los envía a dar testimonio de lo que están viviendo.
Aquellas personas dan testimonio de la experiencia que están realizando.
Ni para la razón del envío ni para lo que testimonian necesitan preparación.
Comparten una experiencia de vida que, a la luz de los acontecimientos posteriores,
es muy limitada.
Pero es una realidad valiosa porque interior.
Comparten lo que están viviendo desde el encuentro con Jesús.
No salen a hacer teología ni a brindar lecciones de Biblia.
Salen con una experiencia que les ha resultado determinante.
Salen desde una experiencia que les apasiona.
Han pasado muchos años y Jesucristo sigue enviando a compartir una experiencia
de encuentro.
El cristiano no es enviado a “conseguir clientes” sino a transmitir lo apasionante de
su experiencia.
Es enviado a compartir su pasión por Jesucristo.
El envío no es otra cosa que una consecuencia natural de la fuerza de lo que se
vive.
Si asistimos a un espectáculo que nos resulta fascinante no necesitamos de un
envío para ser propagandistas del mismo.
Si leemos un libro que nos impacta nos encargamos de hacerle publicidad sin
necesidad de que se nos pida hagamos tal cosa.
Es que lo vivido nos resulta tan grato que nos resulta imposible no transmitirlo
desde nuestra vivencia.
No nos refugiamos en “Me falta preparación” “No estoy capacitado”
No se necesita ser un crítico o un especialista para compartir algo que nos ha
impactado.
Es descubrir la dimensión de lo experimentado y compartirlo desde nuestra
vivencia.
Estamos llamados a ser testigos de nuestra experiencia de encuentro con la
persona de Jesucristo.
No necesitamos de más palabras que las nuestras.
No se requiere más ciencia que la experiencia personal.
No somos enviados a manifestar ninguna ciencia sino la experiencia personal de
vida.
Ello es lo más valioso que tenemos para compartir puesto que es (o debería ser) la
razón de nuestro actuar y de nuestra pasión.
Es compartir la razón de nuestro ser como somos y de nuestro actuar como
actuamos.
Es compartir el gozo inmenso que nos produce el sabernos amados de Dios y con
Jesucristo compartiendo nuestra vida.
Nuestro ser testigos no es para convencer.
Nuestro ser enviados no es para convertir.
Convencer y convertir son acciones que vive una persona en su encuentro con Dios.
Dios es quien convence y convierte.
Siempre transmitir una experiencia personal de tal índole nos hace saber que lo de
uno resulta intransferible en su totalidad.
Siempre estaremos cortos de palabras.
Siempre nos faltará la fuerza necesaria.
Siempre nos faltará fuego para compartir una pasión.
Pese a nuestras limitaciones posibles somos enviados porque nuestra experiencia
personal es insustituible y necesaria.
Padre Martín Ponce de León SDB