¿Cómo sanar las heridas de Cristo en la oración?
Autor: P. Guillermo Serra, L.C.; publicado originalmente en: http://www.la-
oracion.com
La oración es acompañar a un Dios que se hace vulnerable y que toma sobre sí mi
pecado . Es mirar cómo me ama, cómo sufre, cómo es herido y cómo en silencio
sube hasta la cruz por mí. Es hacer silencio para escuchar ese corazón herido,
entrar en Él y para nunca más volver a salir. Es seguir viendo el rostro de Dios en
un Cristo que se deja deformar por el odio cruel, y así formar en mí el cielo de la
redención .
Contemplar las heridas de Cristo y mi respuesta
Aquella primera herida de tu Corazón en Getsemaní : aquella soledad que te
llenó de pavor y llevó tu alma hasta una tristeza de muerte. Tus amigos te
traicionaban, te entregaban y te dejaban solo: "Padre mío, si es posible, que pase
lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22, 42).
No te abandonaré, te haré compañía, secaré tus lágrimas, consolaré tu corazón con
mi fidelidad y mi presencia. Escucharé tu diálogo al Padre y lo haré mío. Abrazaré
mi cáliz cada día, aprenderé de Ti y buscaré sólo consolar tu corazón. Mi beso no
será como el de Judas, sino el del amigo fiel que se hace presente.
Aquí estoy, déjame sanar tu corazón Jesús.
¿Cómo quito de tu rostro los salivazos, de tu espalda las llagas y la sangre
que corre tras los terribles latigazos?
Me presentaré ante Ti cada día, limpiaré tu rostro con mi amor delicado, constante,
sencillo y tierno. Cubriré tu espalda del bálsamo de mi fe, esperanza y caridad.
Aquí estoy, déjame sanar tus llagas.
¿Cómo te quito la corona de espinas que penetró tu cabeza sagrada?
Miraré tu santa frente, las espinas crueles clavadas en ti. Pensaré en mis pecados y
seré fiel para que nunca más se claven en tu santa cabeza. Quitaré tu corona
alejando de mí las envidias, malos pensamientos, orgullo, odio, rencor.
Aquí estoy, déjame sanar tu santa cabeza.
¿Cómo alivio las heridas de tus manos traspasadas por los clavos, de tus pies
fijados al madero?
Pondré mis manos en las tuyas, mis dedos entre los tuyos y no me separaré de tu
divina voluntad. Entrelazaré mis dedos entre los tuyos para que dirijas mi vida y no
se separe de Ti. Fijaré mis pies junto a los tuyos, dejaré libertades para fijarlos en
Ti. Caminaré por donde Tú camines, subiré tus montañas, viajaré tus mares, junto
a Ti.
Aquí estoy, déjame aliviar las heridas de tus pies y manos.
¿Cómo consuelo la herida del costado abierto por la lanza?
Consolaré su costado escondiéndome en él para siempre. Haré silencio en mi
corazón para escuchar sólo sus latidos, así mi corazón latirá al unísono. Seremos un
corazón, un mismo sentir, un mismo querer.
Dejaré que mi corazón también quede abierto, para que Él pueda entrar. Su
Eucaristía será mi consuelo, el signo de nuestro amor sellado hoy en la cruz.
Llevaré almas a su corazón y su corazón a las almas. Hablaré sólo de amor y por el
amor. Experimentaré su infinita misericordia y abriré siempre mi miseria a su
infinito amor. Le pediré perdón y escucharé su perdón. Dejaré que Él me robe mi
corazón y también robaré el suyo como el buen ladrón.
Aquí estoy, déjame habitar siempre en tu corazón.
Para la oración
1. Seguir repasando la Pasión, cada detalle de amor de Cristo y convertirlo en un
diálogo y en un compromiso.
2. Contemplar sus heridas y mis heridas. Decirle: "todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo
es mío" (Jn 17,10).
3. Diálogo: "Perdóname Señor por tantas heridas. Déjame curarlas con mi fidelidad,
mi ternura, mi delicadeza en el amor. Aquí estoy, yo te he herido y yo quiero sanar
tus heridas".