TENGO UNA INQUIETUD
Desde hace muchos años, era joven y ahora peino
muchas canas, casi todos los días pido por las vocaciones
al sacerdocio y a la vida consagrada. Lo considero un don
de Dios. Cada vez me voy dando cuenta que las
vocaciones comprometen el futuro de la Iglesia y que lo
primero que tenemos que hacer es dirigir al Señor
nuestra mirada. Es decir, rezar.
¿Sirve para algo esta oración insistente? Yo creo que sí y
puedo asegurar que he visto los frutos concretos aunque
no abundantes. Hace unos años me tropecé con una frase
de un gran político y estadista que decía lo siguiente:
“Solo Dios sabe lo importante que es la oración en la
historia y en la vida del hombre” (Gorbachov). Nuestra
oración llega adonde no puede llegar nuestra acción y
nuestros deseos.
Me parece que ante las vocaciones, lo primero que
tenemos que hacer es orar. Jesús dijo. “La mies es mucha
los operarios pocos, rogad al Señor…” Nosotros tenemos
otra mentalidad y decimos: “La mies es mucha los
operarios pocos, por lo tanto hay que trabajar más”.
Ahora que llega el “Día del Seminario” y en Jornadas de la
Iglesia como el “Día de la Vida Consagrada”, la “Semana
de Oración por las Vocaciones”, no hemos de descuidar o
darle poca importancia a la oración. Es una forma de
comprometernos con esta necesidad de la Iglesia. La
oración expresa que no somos indiferentes sino que nos
preocupa que haya vocaciones en la Iglesia.
Hay otras formas que podemos llevar a cabo para
promover las vocaciones. Enumero algunas, no todas. La
primera que me viene a la mente es la formación de
grupos de oración, enseñar a los jóvenes a orar. La
oración es el mejor caldo de cultivo vocacional.
Hay que invitar a niños, jóvenes y adultos al sacerdocio y
a la vida consagrada. La verdad es que sentimos
vergüenza. ¿Dónde? ¿Cuándo? En la homilía del domingo,
en los grupos que están a nuestro alcance, en las páginas
web, en los distintos medios de comunicación… Muchos
pastores han optado por el silencio ante este tema. No es
bueno, ni razonable. Hay que llamar. Siempre podemos
hacer algo.
Señor, en estos momentos de escasez
acudimos a Ti para que nos
envíes vocaciones.
La Iglesia es tuya y Tú eres el dueño de la mies.
En tus manos están los destinos de la historia,
por eso envía tu Espíritu Santo sobre
nuestras comunidades, nuestros grupos y
nuestras asociaciones,
para que surjan personas para el sacerdocio
y la vida consagrada. Amen”.
Lucio del Burgo