CHATRES
Padre Pedrojosé Ynaraja
Visité Chartres por primera vez en la década de los 60. Fue rápida parada, exquisito
recuerdo. Volví más tarde. Plantamos la tienda en las proximidades de la población,
al amanecer vi las afiladas agujas en el horizonte. Pronto nos acercamos. Más que
la “cáscara”, me interesaba el corazón de la iglesia. Era Sto Domingo de Guzmán,
santo burgalés, más conocido y venerado en Francia. Entré en la cripta. Mi primer
asombro fue el tamaño. Después he sabido que se trata de la mayor de entre las de
su estilo. Una señora me ofreció un librito. Le dije que era extranjero y no conocía
las melodías. Asintió sin más, pero antes de comulgar, me saludó sonriente,
ofreciéndome la paz de Cristo. Muy gentil.
Si la cripta con el Sagrario era el corazón, me interesaba también otros
particulares. Se conserva allí la túnica que la Virgen llevaba puesta cuando nació
Jesús. Por supuesto que no me creo la leyenda. Ahora bien, en otros tiempos fue
motivo de devoción y generosidad. De esto no hay duda. Pensé después en Charles
Peguy, que llevó a su hija a ofrecerla a Santa María ante su imagen. También yo
recé. Una lápida lo recuerda, cosa que me satisfizo mucho. Recordé a Guy de
Larigaudie y sus comentarios. De él no queda memoria escrita allí. Tenía yo muy
presente las rutas universitarias que desde París, cada año, van peregrinando, con
su denso contenido espiritual. Me satisface comprobar que todavía perduran. Leo
que se desplazan unos 15000 universitarios. Lo que no he podido saber es la
distancia que separa inicio y meta. Creía que eran 73Km, leo en unos sitios 90, en
otros 100. Lo que no dudo es en aconsejar con Guy “hermano mío, cuando estés
solo en París y dispongas de dos días libres, vete a Chartres. Se vuelve mejorado”.
Me atrevo a corregirle: aunque no dispongas de tanto tiempo, no dejes de allegarte
y dejarte arrebatar por su encanto místico.
Por supuesto que no dejé de fijarme en su laberinto. Ahora bien, lo que asombra a
todos, creyentes o no, sensibles a la belleza o ignorantes, son sus vidrieras y
dentro de ellas, si se quiere es pura anécdota, su azul cobalto. Es tal vez el tono de
este color que más me gusta a mí. Según leo, no se ha conseguido hasta hoy
vidrios del mismo matiz. El gótico permitió tan grandes aberturas, que exigió
matizar la luz que entraba. En Chartres son pura expresión estética,
maravillosamente impregnada de piedad.
Leo que alberga 3.500 estatuas que, incluyendo los vitrales, suponen 9.000
personajes representados. Por supuesto, no los he contado. La imaginería de
Chartres es una enciclopedia bíblica y un compendio de historia de la Iglesia. Y lo
curioso del caso es que no atosigan.
Llevar aparato fotográfico ayuda a ver las cosas desde un nuevo relieve. Escoge
uno la cámara y el objetivo, busca el ángulo que permita que la luz recree la belleza
plástica, la duración de la maniobra dependerá de la importancia que tenga el
personaje. Una foto posteriormente puede ser una contemplación mística. Y
compartir su riqueza espiritual con los demás.