UN SER ALEGRE
Recuerdo que ya hace mucho tiempo, más de veinte años, escribí sobre la alegría
de Jesús.
También recuerdo que ese artículo motivó que una persona, un único ser, me
preguntara de dónde sacaba que Jesús habría sido una persona alegre.
No recuerdo mucho mi respuesta pero sé que le dije que suponía a Jesús muriendo
con una sonrisa puesto que había cumplido con su tarea hasta lo último.
No sé si Jesús era una persona bromista o de risa fácil (supongo que ambas cosas)
Los relatos evangélicos no prestan atención a este tipo de aspectos de Jesús. no se
detienen en esos detalles.
Lo cierto es que uno debe suponer (en este tema) mucho más de lo que hacen
referencia los relatos evangélicos.
Jesús era un lider y por lo tanto………….
Con un carácter lo suficientemente fuerte como para no dejarse llevar por
realidades que no tuviesen que ver con su misión y la razón de su vida.
Pero, también, con un carácter suficientemente atractivo como para despertar la
pasión con la que era seguido pese a no entender mucho su identidad y su
propuesta.
Jesús era un despertador de pasión. “¿Quién es el más grande?” se preguntaban
sus discípulos.
No hacía sentir a cada uno como el más importante por una cuestión de estrategia
sino porque ello era verdad en Él.
Jesús no es un demagogo.
Así como los relatos evangélicos nos lo muestran enojado en algunas
oportunidades, debo suponer que, también, era portador de su alegría para sus
seguidores.
Solamente alguien alegre puede irrumpir entre sus contemporáneos para anunciar
una “Buena Noticia”
Buena noticia dice de gozo porque dice de amor.
El amor nunca se puede proclamar desde una vida gris.
El amor siempre dice de luz y colores.
Aún las lágrimas y las realidades difíciles se visten de colores cuando se viven con
amor.
Pero, sin duda, la mayor fuente de alegría de Jesús es el hecho de saber que ha
venido para hacer la voluntada “de aquel que me ha enviado” y gasta su vida en
ello.
Lo suyo es un permanente canto de amor hacia “su Padre” que se traduce en amor
hacia los seres humanos.
Quien así vive la vida no puede menos que vivirla con la alegría a flor de piel.
La alegría del que se encuentra con el ser amado cada vez que se encuentra con los
demás.
La alegría del que regala a su ser amado en cada oportunidad que, llegando a los
demás, les realiza signos del Reinado de Dios.
Claro que lo suyo no fue todo lindo y libre de dificultades. No sería real su vida si
así lo hubiese sido.
Lo suyo es, como toda vida, llena de gozos y tristezas. Todo lo de Jesús tiene el
signo de la Pascua.
La alegría de Jesús hunde sus raíces en esa realidad pascual que es la voluntad de
Dios.
Es en el cumplimiento de ello que se nutre de felicidad y se realiza como lo que es.
Por ello es que se puede decir que la alegría de Jesús se nutre de la oración. es allí
donde entra en diálogo con el Padre, escucha su voluntad y se identifica con ella
haciéndola misión.
Al mirar así la oración de Jesús y mirar nuestra oración es que nos preguntamos
qué es lo que hacemos desde eso a lo que llamamos nuestra oración.
Nuestras oraciones, repletas de formulismos, están lejos de ser provocadoras de
nuestra alegría.
Nuestras oraciones están muy lejos de ser semejantes a las de Jesús.
No porque las oraciones de Jesús no tuviesen fórmulas (nunca podemos olvidad que
era un judío observante de su religión) sino que, también, tenían ese espacio para
el diálogo, la escucha y el compromiso.
La oración de Jesús es fuente de su alegría porque le hace saberse en comunión
con su Padre y en disponibilidad para vivir lo de Él.
Esa actitud constante se hacía prolongación en todo su actuar y su compromiso.
Por eso es que debemos acostumbrarnos a ver a Jesús como una persona
apasionantemente alegre.
Padre Martín Ponce de León SDB