HACIA DONDE VAMOS
No soy de mirar informativos de los canales de la vecina orilla.
Me resultan más que suficientes los de nuestra orilla.
Pasaba pero debí volver atrás y detenerme.
En un edificio de Buenos Aires encontraron el cuerpo de una señora muerta en el
patio de su piso.
La mujer estaba desnuda y había fallecido hacía unos doce años.
Los conductores del informativo consultaban a expertos forenses sobre las razones
por la que pudo haberse no sentido el olor propio de un cuerpo en descomposición.
Eso era lo que más ocupaba el tiempo de la noticia.
Por lo que decían en ese edificio habitaban otras personas.
Eso era lo que despertaba el título de este artículo.
¿Hacia dónde vamos?
¿A nadie llamó la atención la ausencia de esa señora?
¿Nadie se dio cuenta de que no se le veía más?
¿No iba a ningún lado a realizar algunas elementales compras?
¿Cómo nadie se percató que no abonaba sus cuentas básicas?
No fueron unos días, unas semanas o unos meses.
Fueron doce años de ausencia sin que nadie se diese cuenta.
Es una manifiesta aterradora indiferencia.
Sin duda que esta persona estaba sola y no tenía ninguna familia. De lo contrario
todo sería mucho más trágico.
¿Nadie prestaba un algo de atención a una señora sola?
¿Cómo puede ser posible tanta despreocupación por el otro?
No es el vecino de la cuadra, de la manzana o del barrio. Es la persona que vive en
su mismo edificio.
¿Es esa la convivencia a la que nos vamos dirigiendo?
¿Es hacia allí donde nos encaminamos como sociedad del futuro?
¿Dónde van quedando las relaciones de buena vecindad?
¿Puede pesar tanto el “no te metas”?
¿Qué futuro puede darse sobre la base de tamaña indiferencia?
Desde hace ya un buen tiempo se vive inmersos en un creciente individualismo.
Todo pasa por un “yo” que crece conforme la personalidad de cada ser.
Todo pasa por un “yo” que nos hace peder lo esencial de nuestra condición de
personas como es nuestro vivir en relación.
Ello, junto con la libertad, es lo que nos hace “según la semejanza de Dios”.
A fuerza de empujones y sutiles golpes de cadera el hombre quiere desplazar a
Dios de su historia y así de su vida. Quiere ocupar su lugar.
Es indudable que esta realidad tiene un precio y, parecería, el ser humano está
dispuesto a pagarlo.
El otro no importa ni cuenta.
El otro sirve en cuando es útil para mis intereses.
El otro cuenta en cuanto me sirve.
Es así como nos vamos sumiendo en una creciente indiferencia para con los demás.
El caso que ocupa este artículo es un buen exponente de todo esto.
Hechos tan colmados de aberración son de mucha utilidad en cuanto nos sirven
para que podamos realizar un alto y preguntarnos “¿Hacia dónde vamos?”
Por donde estamos transitando nos conduce a la total indiferencia para con los
demás.
¿Es eso lo que pretendemos?
¿Es eso lo que consideramos nuestro mejor mañana?
¿No estaremos, aún, a tiempo de comenzar a revertir esta situación?
Es evidente que entre la indiferencia y el ser “metiches” hay un justo medio que
debemos saber lograr.
Necesitamos sentir que el otro nos importa como ser humano.
Necesitamos aprender a respetarlo en su originalidad.
Necesitamos tener el coraje de estar atentos para brindar nuestra mano sin que
nos lo solicite.
Creo, todos tenemos mucho para aprender puesto que de lo contrario…….
¿Hacia dónde vamos?
Padre Martín Ponce de León SDB