IMÁGENES DE LA PASIÓN
Padre Pedrojosé Ynaraja
Imagino que ciertos lectores me tildarán de estrambótico. Redacto el Domingo de
Ramos, teniendo en la mente el significado de los días venideros. Al lector le
llegará, sumergido en la Pascua. Pese a lo dicho, por más vueltas que le dé, no sé
con sinceridad escribir otra cosa. Y se me perdonará, teniendo en cuenta que la
Pasión, Muerte y Resurrección se hace actual, cada vez que celebramos la
Eucaristía.
De nuevo aviso que a quien le resulte estrambótico, esté seguro de que, en mi
interior, son sincera evocación de los Misterios.
Las representaciones escénicas, generalmente, me parecen de cartón piedra.
Acepto que conmuevan. Me cuesta creer que inclinen a la conversión. En mis
reflexiones del Jueves y Viernes, me atrevo a decir que la apariencia de Jesús, sería
desagradable. Lo decía Isaías, en 53,3: despreciable y desecho de hombres… como
uno ante quien se oculta el rostro… De aquí que yo diga: era algo así como cuando
uno va por la carretera y se ve un perro atropellado. Nadie lo comenta, ni lo mira.
Acudo también a una imagen bella. Se trata del Ballet de Stravinsky. “La
consagración de la primavera”. Recoge el compositor una antigua leyenda. Llegada
la primavera, la juventud sale a propiciar el éxito de la cosecha, ofreciendo a la
naturaleza el sacrificio de una virgen. Hay bastantes versiones, la que más me
impresiona a mi es la de Angeli Preljocaj. No ignoro que la primera visión pueda
parecer erótica. En posteriores, se podrá descubrir lo que diré. Actualmente, el ser
humano más indefenso es la mujer. En la danza, la protagonista, nota que es la
escogida. Mira a su alrededor, se cerciora, teme, no tiene escapatoria. Despojada
de todo y condenada, se rebela, mira a uno y otro lado, todos le son hostiles,
finalmente, cae exhausta. Las miradas de angustia le quedan a uno clavadas, sin
poder olvidarlas y las relaciona uno con las de Jesús…
Cambio de tercio. Revisaba mis antiguas diapositivas, tratando de salvar algunas.
Son imágenes captadas hace 40 años. Estábamos en cierto lugar, los que me
acompañaban decidieron entrar en lo que parecía simple museo. En realidad era
una antigua prisión. Pasillos y puertas a cada lado. Llegó un momento que se
ensanchó el recinto y asombrado me di cuenta de que habíamos llegado a la sala
de ejecución. De la viga central pendían sogas. Debajo la trampilla que se abría
para que colgara el cuerpo del condenado. En el subsuelo, el lugar que ocupaba
quien certificaría la defunción. Una potencia mundial la había preparado para
ejercer justicia según sus criterios. Pensé en el Calvario. Roma, gran potencia de su
tiempo, lo preparó también, y su gobernador mandó conducir allí a Jesús.
En el primer ejemplo, acabado el ballet, los artistas saludan felices al público que
aplaude. La acertada protagonista sonríe y saluda. En el segundo, la sala ya no se
utiliza para matar. Una bandera del país antes dominado, honra a sus héroes.
Los finales proclamaban éxito. Nos toca, como pedía Nietzsche, tener mirada de
resucitados. Seremos testimonios vivos que celebran la Pascua.